lunes, 8 de febrero de 2016

CAPÍTULO XI: De lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros

CAPITULO  XI

DE LO QUE SUCEDIÓ A DON QUIJOTE CON UNOS CABRETOS

 Fue recogido de los cabreros con buen ánimo, y habiendo Sancho lo mejor que pudo acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos (Pedazo de carne seco y salado). de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban; y aunque él quisiera en aquel mismo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer porque los cabreros los quitaron del fuego, y tendiendo por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa, y convidaron a los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. Sentáronse a la redonda de las pieles seis de ellos, que eran los que en la majada (lugar donde se acuesta de nocha el ganado y los pastores) había, habiendo primero con groseras (rústicas, campesinas) ceremonias rogado a Don Quijote que se sentase sobre un dornajo (artesa pequeña y redonda en la que se le dan de comer a los lechones) que vuelto al revés le pusieron. Sentóse Don Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno. Viéndole en pie su amo, le dijo:
- Poque veas, Sancho, el bien que en sí encierra la andante caballería, y cuán a pique están los que en cualquiera ministerio de ella se ejercitan, de venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo, quiero que aquí a mi lado, y en compañía de esta buena gente, te sientes, y que seas una misma cosa conmigo que soy tu amo y natural señor, que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere; porque de la caballería andante se puede decir lo mismo que del amor que se dice, que todas las cosas iguala.

¡Gran merced! dijo Sancho; pero sé decir a vuestra merced, que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas, como sentado a par de un emperador. Y aún si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindres sin respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas, donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Así que, señor mío, estas honras que vuestra merced quiere darme, por ser ministro y adherente de la caballería andante, como lo soy siendo escudero de vuestra merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo y provecho; que estas, aunque las doy por bien recibidas, las renuncio para desde aquí al fin del mundo.

- Con todo eso, te has de sentar, porque a quien se humilla Dios le ensalza.
 Y asiéndole por el brazo, le forzó a que junto a él se sentase.
No entendían los cabreros aquella jerigonza (lenguaje difícil de entender) de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar y mirar a sus huéspedes, que con mucho donaire y gana embaulaban tasajo como puño. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas ( cuero de oveja o carnero, curtido, que sirve de abrigo)gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de argamasa. No estaba en esto ocioso el cuerno, porque andaba a la redonda tan a menudo, ya lleno, ya vacío, como arcaduz de noria, que con facilidad vació un zaque (odre pequeño) de dos que estaban de manifiesto. Después que Don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones:
- ¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban etas dos palabras de tuyo y mío! Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro traajo que lzar la mano, y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado ruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano sin interés alguno la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas sobre rústicas estacas, sustentadas no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella sin ser forzada, ofrecía por todas partes de su fértil y espacioso seno lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle, y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas de verdes lampazos y hiedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas, como van ahora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los conceptos amorosos del alma simple y sencillamente, del mismo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No habían la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y la llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por donde quiera, solas y señoras, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y ahora en estos nuestros detestables siglos no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia, y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. De esta orden soy yo, hermanos cabreros, aquien agradezco el agasajo y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía por saber que, sin saber vosotros esta obligación, me acogísteis y regalásteis, es razón que con la voluntad a mí posible os agradezca la vuestra.
Toda esta larga arenga (que se pudiera muy bien excusar) dijo nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada, y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados y suspensos le estuvieron escuchando. Sancho asimismo callaba, y comía bellotas y visitaba muy amenudo el segundo zaque, que porque se enfriase el vino lo tenían colgado de un alcornoque.
Más tardó en hablar Don Quijote que en acabar la cena, al fin de la cual uno de los cabreros dijo: para que con más veras pueda vuestra merced decir, señor caballero andante, que le agasajamos con pronta y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un compañero nuestro, que no tardará mucho en estar aquí, el cual es un zagal muy entendido y muy enamorado, y que sobre todo sabe leer y escribir, y es músico de un rabel, que no hay más que desear.
   Apenas había el cabrero acabado de decir esto, cuando llegó a sus oídos el son del rabel y de allí a poco llegó el que le tañía, que era un mozo de hasta veintidós años, de muy buena gracia. Preguntáronle sus compañeros si había cenado, y respondiendo que sí, el que había hecho los ofrecimientos le dijo:
  De esa manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de cantar un poco, porque vea este señor huésped que tenemos, que también por los montes y selvas hay quien sepa de música. Hémosle dicho tus buenas habilidades, y deseamos que las muestres y nos saques verdaderos; y así te ruego por tu vida que te sientes y cantes el romance de tus amores, que te compuso el beneficiado tu tío, que en el pueblo ha parecido muy bien.
-  Que me place- respondió el mozo.
Y y sin hacerse más de rogar, se sentó en el tronco de una desmochada encina, y, templando su rabel, de allí a poco, con muy buena gracia, comenzó a cantar, diciendo de esta manera:
ANTONIO
Yo sé, Olalla, que me adoras,
puesto que no me lo has dicho
ni aún con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amoríos.
Porque sé que eres sabida,
en que me quieres me afirmo,
que nunca fue desdichado
amor que fue conocido.
Bien es verdad que tal vez,
Olalla, me has dado indicio
que tienes de bronce el alma,
y el blanco pecho de risco.
Más allá, entre sus reproches
y honestísimos desvíos
tal vez la esperanza muestra
la orilla de su vestido.
Abalánzase al señuelo
mi fe que nunca ha podido
ni menguar por no llamado
ni crecer por escogido.
Si el amor es cortesía,
de la que tienes colijo
que al fin de mis esperanzas
ha de ser cual imagino.
Y si son servicios parte
de hacer un pecho benigno,
algunos de los que he hecho
fortalecen mi partido.
Porque, si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.
Como el amor y la gala
andan un mismo camino,
en todo tiempo a tus ojos
quise mostrarme polido.
Dejo el bailar por tu causa,
ni las músicas te pinto,
que has escuchado a deshoras
y al canto del gallo primo.
No cuento las alabanzas
que de tu belleza he dicho,
que, aunque verdaderas, hacen
ser yo de algunas mal quisto.
Teresa del Berrocal,
yo alabándote, me dijo:
Tal piensa que adora un ángel,
y viene a adorar a un jimio
.
Merced a los mucho dijes
y a los cabellos postizos,
y a hipócritas hermosuras
que engañan al amor mismo
.
Desmentíla, y enojóse,
volvió por ella su primo,
desafióme, y ya sabes,
lo que yo hice y él hizo.
No te quiero yo a montón,
ni te pretendo y te sirvo
por lo de barraganía,
que más bueno es mi designio.
Coyundas tiene la iglesia,
que son lazadas de sirgo,
pon tu cuello en la gamella,
verás cómo pongo yo el mío.
Donde no, desde aquí juro
por el santo más bendito,
de no salir destas tierras
sino para capuchino.
Con esto dio el cabrero fin a su canto; y aunque Don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y ansí dijo a su amo: - Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego a donde ha de pasar esta noche; que el trabajo de estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando.
-Ya te entiendo, Sancho - le respondió Don Quijote-; que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música.
-A todos nos sabe bien, bendito sea Dios - respondió Sancho
- No lo lo niego - replicó Don Quijote; pero acomódate tú donde quisieres, que los de mi profesión mejor parecen velando que durmiendo. Pero con todo eso sería bien, Sancho, que me vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo más de lo que es menester.
   Hizo Sancho lo que se le mandaba, y, viendo uno de los cabreros la herida, le dijo que no tuviese pena, que él pondría remedio con que fácilmente se sanase. Y tomando algunas hojas de romero, de mucho que por allí había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y aplicándoselas a la oreja, se las vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medicina. Y así fue la verdad.
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Los cabreros, haciendo honor a su nobleza, honestidad, hospitalidad  y naturaledad que les caracteriza, invitan a Don Quijote y Sancho Panza a su comida. Nada saben de caballería, ni de caballeros y escuderos; razón por la que no entienden las jerigonzas de su lenguaje.  De lo que si saben es de hospitalidad y de como hacerles felices. Y es la razón por la que les ofrencen lo que tienen:hospitalidad, amabilidad, alimentos y alegría musical a través del romance con el que acampaña la comida-
  ¿Qué se propone Don Quijote transmitir a sus conteròparáneros y a los seres humanos de la posterioridad? El diálogo que mantiene Don Quijote con su escudero Sancho, una vez más, resulta interesante, no solo por lo que tratan, sino por la forma en que lo tratan: nada de desigualdades entre amo y señor, es decir, entre caballero y escudero; es un canto a la igualdad. Para ello, recuerda tiempos pasados en los que el mio y el tuyo no existía.Tiempos donde todo se compartía y solo había paz, amistad y concordia; no había fraudes ni malicia. Otra cosa que resaltaba en su comentario era que no hacía falta juzgar a nadie porque nadie hacía cosas que mereciesen ser juzgadas. y mientras él les hablaba de estas cosas, Sancho y los cabreros seguían comiendo  y bebiendo. Los cabreros le ofrecieron, como hemos dicho un "romance" acompañado del sonido del rabel; romance que trataba de un hombre que intentaba cortejar a su dama llamada Eulalia sin que ella respondiera a su amor de modo alguno. Cuando terminó el romamce, don Quijote quiso que continuara la velada, pero Sancho, más comprensivo, dijo que lo mejor sería que don Quijote se fuera a dormir y que los cabreros debían tambien descansar para la larga jornada que les esperaba mañana.




viernes, 11 de septiembre de 2015

CAPITULO X.DE LO QUE MÁS LE VINO A DON QUIJOTE CON EL VIZCAÍNO Y DEL PELIGRO EN QUE SE VIO CON UNA TURBA DE YANGÜESES.

CAPÍTULO X

DE LO QUE MÁS LE VINO A DON QUIJOTE CON EL VIZCAÍNO Y DEL PELIGRO EN QUE SE VIO CON UNA TURBA DE YANGÜESES.

Empieza mencionando a Sancho Panza, que se encontraba mal, pues, había sido maltratado por los mozos de los frailes. Pero aún así” había estado atento a la batalla de su señor don Quijote, y rogaba a Dios, en su corazón” (p. 171) por su victoria “y que en ella ganase alguna ínsula donde le hiciese gobernador, como se lo había prometido” (pp.171-172)

Acabada la pendencia, llegó a tenerle el estribo para que subiera a Rocinante, pero “antes de que subiese se hincó de rodillas delante de él, y asiéndole la mano, se la besó y le dijo:
- sea vuestra merced servido, señor don quijote mío de darme el gobierno de la ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado; que, por grande que sea, yo me siento con fuerza de saberla gobernar tal y también como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo. A lo cual respondió don Quijote:
- Advertid hermano Sancho, que esta aventura y las a éstas semejantes no son venturas de ínsulas, sino encrucijadas, en las cuales no se ganan otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos. Tened paciencia, que aventuras se ofrecerán donde no solamente os pueda hacer gobernador, sino más adelante” (sino más todavía) (p. 172).
Sancho se alegró mucho, de nuevo le besó la mano y la falda de la loriga. Con esa alegría le ayudó a subir sobre Rocinante; y él lo hizo sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, pero era tal la rapidez con la que iba su amo, que Sancho se vio obligado a darle voces para que le guardase, cosa que hizo don Quijote teniendo las riendas de Rocinante hasta que Sanco Panza llegase, al llegar le dijo:
- “Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia; que, según quedó maltrecho aquel con quien os conbatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan ; y a fe que sí lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel que nos ha de sudar el hopo” (p. 173)
La Santa Hermandad de Castilla – dice Martin de Riquer- , era un tribunal constituido para castigar los delitos cometidos en el campo y que disponía de milicias armadas formadas por grupos o cuadrillas ( de donde los agentes se llamaban cuadrilleros) que perseguían a los malhechores. Sudar el hopo, continúa diciendo Martín de Riquer, es sudar hasta los pelos.
Tan pronto como termina Sancho, don Quijote le dice:Calla... Y ¿has visto tú, o leído jamás, que un caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?
-Yo no sé nada de omecillos -respondió Sancho-, ni en mi vida le caté a nunguno; solo sé que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean el el campo, en esotro no me entremeto”(P. 173).Sancho, que no entiende la palabra , lo que quiso decirle a su señor es que él no entendía nada de odio, ni de rencor, y que por lo mismo nunca guardo odio a nadie.
Don Quijote le recomienda que esté tranquilo, que él le sacará de apuros, a la vez que le hace ver que nunca hubo un caballero andante con más brío en acometer, más aliento en perseverar, más destreza en herir, ni más maña en derribar. Sancho Panza que él no ha leído ninguna historia , porque no sabe leer ni escribir, pero está seguro que amo como él no ha servido en todos los días de su vida, y que “lo que le ruego a vuestra merced es que se cure,que le va mucha sangre de esa oreja, que aquí traigo hila y un poco de ungüento blanco (era un medicamento que se hacia con cera, albayalde y aceite rosado) en las alforjas” (p. 174)
Sancho Panza desconoce el bálsamo, pero don Quijote se sabe su receta de memoria con el que no hay que temor a la muerte, pues con él se cada uno más sano que una manzana. Tan bueno es que le recomienda a Sancho se lo aplique tan pronto lo vea malherido. Es tal la alegría a la que llega Sancho que le hace saber a su señor, que si es así renuncia a la prometida ínsula y no quiere otro pago a sus servicios que su merced le de la receta de ese extremado licor. Tan entusiasmado está que le dice a su amo don Quijote:” ¿pues a qué guarda vuestra merced a hacelle y a enseñarmele?
- Calla-respondió don Quijote-; que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hacerte; y, por agora, curémonos, que la oreja me duele más de lo que yo quisiera “ (p. 174).(Es importante, ver como Sancho entre tener y gobernar una ínsula y poseer un medicamento para preservar la salud, opta por el medicamento; es decir por la salud.).Sancho sacó “de las alforjas hijas y ungüentos. Mas cuando don Quijote llegó a ver rota su celada, pensó perder el juicio, y puesta la mano en la espada y alzando los ojos al cielo, dijo:
- Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y a los santos cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos, de hacer la vida que hizo el grande marqués de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Valdovinos, que fue de no comer pan a manteles, ni con su mujer fogar, y otras cosas...
Oyendo esto Sancho le dijo” (p.175), entre otras cosas, que si cumplió el caballero con lo que se le ordenó como fue irse a presentar a Dulcinea del Toboso, no merece otra pena sino cometer nuevo delito.. Don Quijote le aprueba lo dicho diciéndole: “Has hablado y apuntado muy bien” (p. 175). Pero Sancho un tanto enfadado le contesta: “Qué dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mi, pues, son muy en daño para la salud y muy en perjuicio de la conciencia”.(p. 175). Si no dígame ahora si no encontramos en muchos días hombre armado con celada. Por todos estos caminos no andas hombres armados, sino arrieros y carreteros, los cuales ni traen caladas y han odio nombrarlas en todos los día de su vida.
- “Engáñate en eso – dijo don Quijote- porque no habremos estado dos horas por esas encrucijadas cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Abraca, a la conquista de Angélica la Bella” (p. 176). Sea así, y todo suceda bien y tendremos ocasión- dice Sancho- de ganar esa ínsula que tan cara me cuesta, y muérame yo luego.
No tienes que tener cuidado alguno -le contesta don Quijote- , “que cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o del de Saliadisa, que te vendrá como anillo al dedo” (p. 176).Ahora mira si traes algo en esas alforjas, que comamos, porque vamos luego en basuca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho, porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.
- Aquí trayo una cebolla, y un poco de queso, y no sé cuantos mendrugos de pan-dijo Sancho-; pero no son manjares que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced.
-¡Qué mal lo entiendes!-respondió don Quijote-;hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes,y, ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano” (p. 176). Don Quijote le sigue exponiendo razones a Sancho. Le dice. Si hubieras leído tantas historias de caballería como yo, esto lo darías por cierto. Muchas han sido las historias de caballería que he leído -sigue explicando-,, y no he hallado en ninguna en que los caballeros andantes
comiesen, si no era a caso y en algunos suntuosos banquetes que le hacía, y los demás días se lo pasaban en flores” (.p.177), es decir, en sosa de poca sustancia (aclara Martín de Riquer, en nota a pie de página). “Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que sus más ordinarias comidas serían de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. Así que Sancho amigo, no te acongoje lo que a mí me da gusto...
-Perdóneme vuestra merced-dijo Sancho-; que yo no sé leer ni escribir, como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas de la profesión caballeresca; y de aquí adelante yo proveeré las alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es caballero, y para mi las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas volátiles y de más sustancia” (p.177).
A ello replicó don Quijote, diciendo que no quería decir que los caballeros andante no no comieren otra cosa sino las frutas que indicaba su escudero Sancho, sino que su alimento más ordinario debía ser dicha frutas, así como otras yerbas que se hallaban por los campos que los caballeros y él conocían. Conocimiento que para Sancho es una virtud, y que algún día yo me imagino” será menester usar de ese conocimiento” (p. 177)

Sacando Sancho los alimentos que dijo que traía comieron los dos en buena paz y compaña. Lo hicieron con mucha brevedad, pues, tenían que buscar alojamiento para aquella noche. Para ello se dieron prisa para “ llegar al poblado antes de que anocheciese; pero les faltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de uno cabreros, y así, determinaron de pasarla allí; que cuanto fue de pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por parecerle que cada vez que esto sucedía era hacer un acto posesivo ( o positivo) que facilitaba la prueba de su caballero (p, 177)














CAPITULO IX. DONDE SE CONLUYE Y DA FIN A LA ESTUPENSA BATALLA QUE EL GALLARDO VIZCAINO Y EL VALIENTE MANCHEGO TUVIERON.

SEGUNDA PARTE DEL INGENIEOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA


CAPITULO IX
DONDE SE CONLUYE Y DA FIN A LA ESTUPENSA BATALLA QUE EL GALLARDO VIZCAINO Y EL VALIENTE MANCHEGO TUVIERON.

Miguel de Cervantes, narrador de esta bella historia de don Quijote y su escudero Sancho Panza deja sin terminar la batalla mantenida entre el vizcaíno y el el valiente don Quijote, el más valiente de todos los caballeros andantes que se han dado en el reino de este mundo de la caballería andante.
Hasta ahora, es decir, a lo largo de la primera parte, “Cervantes -dice Martín de Riquer- ha fingido ser una especie de erudito que recopilaba dato de otros autores y de los archivos de la Mancha para ordenar la historia de don Quijote. En este momento, al empezar el presente capítulo, Cervantes se nos introduce él mismo en las páginas de la novela apesadumbrado por no saber más de don Quijote, pero no tarda en narrarnos el hallazgo, en Toledo, de una obra en árabe llamada “Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”; y de este momento hasta la última página de sus postrera parte el quijote se ofrecerá a sus lectores como la traducción de este fingido texto arábigo, al que de cuando en cuando Cervantes hará ver que se permite intercalar algún comentario y algunas veces se dará a sí mismo el nombre de “traductor”. Se trata con ello de parodiar un aspecto del estilo de los libros de caballería, en los que es muy frecuente que los autores finjan que los traducen de otra lengua o que han hallado el original en condiciones misteriosas” (p. 165)

En esta segunda parte, y a partir del presente capítulo, Cervantes se introduce en la novela y busca como un asiduo lector a la espera de hallar en Toledo alguien que se halle en posesión de la historia y valiéndose de ella pueda irse sabiendo, no sólo el final de esta batalla, sino el resto de la historia de don Quijote.
“Estando yo un día en el Alcalá de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo era aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta natural inclinación, tomé un cartapacio de los que muchos vendía” (p.168). Se percata que al margen hay escrito el nombre de Dulcinea del Toboso, y que aquellos cartapacios contenían la historia del don Quijote, y que en arábigo-castellano decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli”, historiador arábigo. Nombre inventado , pero en auténtico arábigo e irónico.
Todos los cartapacios los compró-continúa diciendo Cervantes- por medio real.
En el primer cartapacio estaba pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaino, puesto en la misma postura que la historia cuenta, levantada la espada, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaino tan al vio, que estaba mostrándose ser de alquiler a tiro de ballesta (p. 169).
Tras comprobar que la historia de don Quijote es la verdadera, se aprecia que la segunda parte, siguiendo la traducción, comenzaba de esta manera:

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y el continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaino” (p. 170), el cual le descargo con tal fuerza que lo tiró al suelo y lo dejó muy maltrecho. Pero fue tal rabia la que entró en el corazón de don Quijote, que se alzó de nuevo en el estribo y apretó con tal fuerza la espada y la descargó “con tal furia sobre el vizcaíno que comenzó a echar sangre por las narices y por la boca, y por los oídos y de dar muestra de caer de la mula abajo. Don Quijote lo miró con mucho sosiego, lo vio caer, y entonces saltó de su caballo “y con mucha ligereza se llegó a él, y poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se rindiese; si no , le cortaría la cabeza. Estaba el vizcaíno tan turbado, que no podía responder palabra; y se lo pasara mal, según estaba ciego don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran donde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciese tan gran merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero” . A lo cual don Quijote respondió con mucho entono y gravedad .
- Por cierto, fermosa señora, yo soy muy contento de hacer lo que me pedías; mas ha de ser con una condición y concierto, y es que este caballero me ha de prometer de ir al lugar del Toboso y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga dél lo que más fuere de su voluntad.
Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que don quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado.
-Pues en fe de esas palabras, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido” (p. 171)

Don quijote, ese loco-cuerdo, muestra una vez más que es un caballero andante, siempre dispuesto a llevar justicia donde no la hay, a deshacer entuertos, agravios y demás mezquindades de este mundo, que hasta en la victoria se compadece de su víctima. En este caso, que lo podía haber hecho añicos a vizcaino lo deja maltrecho en el suelo, pero llevado por su nobleza de caballero deja a salvo al escudero, que lo confunde con un caballero, y considerando la petición de las señoras las deja marcharse sin mas petición que la ya consignada para su Dulcinea del Toboso..




jueves, 6 de agosto de 2015

CAPÍTULO VIII: DEL BUEN SUCESO QUE EL VALEROSO DON QUIJOTE EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO, CON OTROS SECESOS DIGNOS DE FELICE RECORDACIÓN.

CAPÍTULO VIII
DEL BUEN SUCESO QUE EL VALEROSO DON QUIJOTE EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO, CON OTROS SECESOS DIGNOS DE FELICE RECORDACIÓN.

COMENTARIO Y ENSEÑANZA.

Llevaban muy poco camino andado Sancho Panza y don Quijotes,cuando se encuentran con treinta o cuarenta molinos de viento, gigantes para don Quijote, con los que piensa entrar en batalla y quitarles la vida, y lo quiere hacer por tres razones:
- Primero, por aprovechar sus despojos y enriquecerse, por ser esta buena guerra.
- Segundo,por ser un gran servicio de Dios.
                                        -Tercero, quitar lal mala simiente sobre la faz de la tierra

Pero su escudero, Sancho Panza, le dice que no son gigantes, sino molinos de viento. D. Quijote le aclara que se nota que no está cursado en el asunto de las aventuras. Le, reafirma, pues que son gigantes, y que si tiene miedo que se retire y se ponga en oración en el espacio que él se va a encontrar con ellos en “fiera y desigual batalla.
Dando espuelas a su Rocinante, sin atender las instantes voces que su escudero le daba advirtiéndole que eran molino y no gigantes, entra en batalla,



tras encomendarse a su Dulcinea,



 y sale molido de los golpes que recibe de las aspas de los molinos que estaba en pleno movimiento merced a la furia del viento. Acude su escudero Sancho Panza, a socorrerle, y cuando llegó se encontró que no se podía mover.
En el encuentro, se establece un dialogo entre escudero y señor. Sancho en que la había dicho que no eran gigantes, son molinos de viento. Don Quijote, envuelto en sus delirios y dobleces le contesta que en las cosas de la guerra están sujetas a continuas mudanzas, y que el sabio Frestón que le robó el aposento y los libros ha vuelto los gigantes en molinos para quitarle la glora de su vencimiento. Tras decirle su escudero que Dios lo haga como puede, le ayudó a laventar, tornó a subir sobre Rocinante. Y siguiendo hablando de la pasada aventura, siguieron el camino de Puerto Lápice, con el deseo de hallarse allí con numerosas aventuras, por ser lugar muy pasajero.
Siguen caminando, y don Quijote sigue pensando en aventuras. Recuerda un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, que en le rompieron la espada en una batalla, y despejando de una encina un ramo y tronco, con el que hizo muchas cosas. Dicho recuerdo le sugiere que del primer encinar que encuentre con el tronco y rama que tome hará muchas hazañas.
Siguen con su diálogo. Sancho Panza le sugiere comer. Pero don Quijote le dice que lo haga él. Sancho Panza saca la comida de las alforjas y lo hace caminando detrás de su amo, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tal gusto que pudiera envidiar al más regalado bodeguero de Málaga. Tan a gusto iba, que solo pensaba en “andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen” (p.158).
“Aquella noche la pasaron y de uno de ellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza... Todo aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea...No lo pasó así Sancho Panza, que se tiró toda la noche dormido ”(p.158). Al día sigiente, al la salida del sol se pusieron en marcha. Don quijote no quiso desayunar, le dio por sustentarse de sabrosas memorias. Tomaron camino de Puerto Lápice, y sobre las tres del día llegaron a él. “Aquí, dijo don Quijote; podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta lo codos en esto que llaman aventuras” (p.158) y le advierte, que salvo que los que le ofendan sea canalla y gente baja, no ponga mano a sus espada para defenderle, ya que eso no está permitido por las leyes caballería, cosa que podrá hacer cuando sea armado caballero. Sancho Panza le promete obediencia, y le hace saber que él es un hombre pacífico y enemigo de meterse en ruidos y pendencias. Sin embargo, si tuviera que defenderse de su persona, lo hará sin tener en cuanta todas esa leyes, ya que las leyes” divina y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quiere agravarle” (p. 159). Don Quijote ratifica lo que dice su escudero Sancho Panza, y éste le dice a su amo, que así lo hará.
“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus anteojos de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mula a pie. Venía en el coche … una señora vizcaína, que iba a Sevilla, donde estaba su marido , que pasaba a las indias con muy honroso cargo. No venía los frailes con ella, aunque iban el mesmo camino, mas  apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero:
- “Yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se ha visto” (p. 159), confunde los bultos negro por algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, lo que demanda deshacer dicho tuerto. Sancho Panza le dice que ellos no son” frailes de San Benito, y el coche debe ser de alguna gente pasajera, y que mire bien lo que hace , no sea el diablo que le engañe” (p. 159). Don Quijote le dice que él sabe poco de achaques de aventuras e insite que lo que le dice es verdad y lo verá.
En ese momento se pone en la mitad del camino y entra en batalla, diciendo en alta voz: “gente endiablada y descomunal, dejad luego y al punto las altas princesa que en ese coche lleváis” (p. 159). Arrmete contra el primer frale y lo lanza al suelo, y el segundo fraile se lanza a correr más ligero que el viento. Sancho Panza se lanza al fraile para quitarle los hábitos, despojos. En ese momento llegan a él lo mozos de los frailes, que nada entendían de lo que les comentaba Sancho Panza, y lo tiraron al suelo, le molieron a coces y le dejaron sin sentido. El fraile torno subir a caballo, se fue a recoger al otro, y decidieron seguir su camino “haciéndose más cruces que si lo llevara el diablo a las espaldas” (p. 161)
Don Quijote estaba hablando con la señora del coche de su hermosura, y que se presentaran ante su Dulcinea y le comunicaran cuanto habían visto hacer su libertad. En ese trance un escudero de los que el coche acampaba, viendo ue lo les dejaba pasar, le coge a lanza y le dice y le maltrató de palabra, a lo que don Quijote con mucho sosiego le respondí:
- “Si fueras caballero, como no eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva,criatura” (p. 162)
El vizcaíno se sintió ofendido y en singular batalla le da una cuchallada a Don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodelka, que, a dársela sin sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dió una gran voz diciendo:
-”¡Oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que , por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla¡ “ (P. 163)
Al terminar de decir esto don Quijote, aprieta la espada, se cubre bien con su rodela, arremete con determinación al vizcaino, aventurando todo a un solo golpe. El vizcaíno, al verlo venir contra él, lo espera cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una y a otra parte, que de puro cansada no podía dar un paso.
“La señora del coche y demás criadas suya estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas la imágenes y casas de devoción de España, porque Dios le lebrarse a su escudero y a ellas de aquel tran grande peligro en que se hallaban” (p. 163)
El autor deja pendiente para contar en la segunda parte.


“La estructura es triádica: un diálogo explicita lo que cada uno de los dos personajes ve o entiende por real: el protagonista para a la acción, y un diálogo final cada uno comenta lo acaicido, confirma su actitud o acomoda los hechos a su postura individual. Se producen dos alternancias que serán fundamentales a lo largo de la novela: entre la acción y el pensamiento; y, dialógicamente, entre una y otra concepción personal. La conjunción de ambas contraconcepciones, en las que se introducerán muchos personajes, origina el pluralismo de sentidos”(D. Quijote de la Mancha. Edicción Instituto Cervantes 1605-2005. Barcelona 2004 de Claudio Guillén)

viernes, 17 de julio de 2015

CAPÍTULO VII DE LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

CAPÍTULO VII .

 DE LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA




COMENTARIO Y ENSEÑANZA

Don quijote hace su segunda salida

D. Quijote sigue delirando, continúa desdoblándose, pensando ser quien no es. En este situación sus compadres, el cura y el barbero, dejan el escrutinio de los libros y van a su aposento para charlar con él, y el resto de los libros se cree que van a la hoguera, sin ser visto ni oídos, entre ellos están La Carolea y El León de España, con Los Hechos del Emperador compuesto por don Luis de Ávila.
Cuando llegan a él, se está levantando, y ambos se abrazan a don Quijote y lo vuelve a poner en la cama para que se tranquilice. Don Quijote con funde al cura por el arzobispo Turpín. El señor cura le dice que debe estar malherido. Malherido no- contesta don Quijote-, sino molido y quebrantado por los golpes que le ha dado el bastardo don Roldán por envidia al ver que yo soy el opuesto de sus valentía, pues, si así no fuera no me llamaría Reinaldos de Montalbán. “Confunde, pues, el sueño, en que vuelve a desdoblarse, esta vez como Reinaldo de Montalván, con la vigilia” (p.32 Edición del Instituto Cervantes 1602-2005)
Don Quijote está exaltado, le dan de comer, se queda otra vez dormido y ellos admirados de su locura.
El ama aprovecha esa noche para abrasar y quemar cuantos libros había en el corral, y en toda la casa, y tales debieron arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escudriñador, y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores”
El cura y el barbero ven como solución al mal de su amigo murar y tapiar el aposento de los libros para que cuando se levante no los halle. Piensan, pues, que eliminando la causa ceda el efecto. Y así es, al levantase va a a buscar los libros, y nos lo halla. El ama le dice que se los ha llevado el diablo; la sobrina que un encantador que vino sobre una nube, llamado Muñatón. Frestón dice don Quijote, que sigue delirando ...Sobrina y ama dejan de replicarle más, al ver que se le encendía la cólera.
Después de estar dos días en casa muy sosegado , durante los cuales sostuvo graciosisimos coloquios con el cura y el barbero, en los cuales expresaba su máxima necesidad que era la de caballero andantes y de que él resucitase la caballería andantesca.
En esos día solicitó don Quijote a un labrador,de nombre Sancho Panza, de poca mollera en el que se “aúnan la simpleza y la sagacidad, como en don quijote la locura como la cordura, pero con las inversiones y las sorpresa propias del dual arquetipo folclórico” (p.32 Edición del Instituto Cervantes 1602-2005) , fuera su escudero, prometiendole la gobernación de una ínsula o el virreinato de un reino, el cual dejó a sus mujer y a sus hijos, y al que le encarga que debe llevar unas alforjas y un asno. Después se dedica a buscar dinero, para ello vende unas cosas, empeña otras y malbaratándolas todas.
Acuerdan salir una noche para que no se enteren de su salida nadie. Sancho Panza va “sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido” (p.153). Toma el mismo camino que llevó en su primera salida: por campo de Montiel. Sancho le recuerda a su amo:
- Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido; que yo la sabré gobernar, por grande que sea.
A lo cual le respondió don Quijote:
-Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mi no falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella: porque ellos algunas veces, y quizás las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o, por lo mucho de marqués de algún valle o provincia de poco más o menos; pero si tu vive y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte de rey de unos de ellos. Y no tengan a muchos; que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos, ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo” (p. 153)
Y siguen su dialogo, cada uno según su pensamiento e intereses. Don Quijote ser el caballero más importante, el más universal, el único. Sancho Panza, ser gobernador de una ínsula o virrey y sus hijos infantes y sus esposa, Juan a Gutierrez. reina

jueves, 2 de julio de 2015

CAPÍTULO VI: DEL SONOSO Y GRANDE ESCRUTINIO QUE EL CURA Y EL BARBERO HICIERON EN LA LIBRERÍA DE NUESTRO INGENIESO HIDALGO.



RESUMEN Y COMETARIO DEL CAPÍTULO O EPISODIO

Aún dormía don Quijote. Pidió el cura las llaves, a la sobrina, del aposento donde estaban los libros. Ella se las dio de muy buenas ganas. Entraron todos, y el ama con ellos, y hallaron más de cien volúmenes grandes y muy bien encuadernados, y otros pequeños. El ama le dio las llaves al licenciado y quémelos todos. El señor licenciado mandó al barbero que le fuera dando los libros uno a uno para ver de que trataban, pues, pudiera ser que alguno
que no mereciesen castigo de fuego. El primero a analizar son Los cuatro de Amadís de Gaula, del que el cura dice que fue el primer libro de Caballería que se imprimió en España, del cual han ido surgiendo los demás, razón por lo que debe ser quemado. Pero el barbero piensa que es el mejor de todos los libros de su género, siendo el único en su arte, razón por lo que se le debe perdonar. Acuerdan ambos, cura y barbero, perdonar.
El siguiente es, dijo el barbero, las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula, y como al hijo- dice el cura- no le ha de valer la bondad del padre, se lo da al ama para que lo eche en el montón de la hoquera que se ha de hacer.
Este que viene,dice el barbero, es Amadís de Grecia y todos los que están a su lado son del mismo linaje de Amadís, por lo que el cura manda a todos a quemar, estando muy de acuerdo tanto la sobre como el ama..
¿Qué es ese tonel?-dijo el cura
Este es-respondió el barbero-, Don Olivante de Laura, que es de la Historia del invencible caballero don Olivante, príncipe de Macedonia, de la que según martín de Riquer no se tienen noticias más que de una edición (Barcelona “1564, que, por su formato o tamaño no justifica que el cura le llave “tonel”, tal vez Cervantes se refiera a otra impresión hoy desconocida, o confunde el libvro con un Palmerín de Oliva” (pp.138-139).
El cura dice que es el mismo que compuso el Jardín de flores, libros mentirosos disparatado y arrogante, razón por la que lo envían al corral. El que sigue es Florismarte de Hircania, que termina en la quema por su sequedad y dureza de estilo. El Caballero Platir, que trata, atendiendo a Martín de Riquer, de La Crónica del muy valiente y esforzado caballero Platir, hijo del emperador Primaleón (Valencia, 1521)p.139. Y como el cura no halla cosa que le parezca venia lo manda también a quemar. Abren otro libro, y ven que es El Caballero de la Cruz, y pensando que tras la cruz está el diablo, igualmente lo envía a la quema
El barbero como otro libro, se trata del Espejo de caballerías, y tras los muchos razonamientos que argumentó el barbero lo salvaron de la quema.
Abrieron el Palmerín de Oliva y otro que estaba junto a este que era el Palmerín de Inglaterra , vistos por el Licenciado observa cosas buenas en él, razón por la que decide salvar de la hoguera, junto al de Amadís de Gaula. Pero el barbero le replica que tambien debe de serlo el famoso Don Belianís. Pero el cura llega al convencer al barbeo de que se se lo quiere llevar a su casa, que lo haga pero no deje ser leído, ya que en sus diversas parte era muy colérico.
No estando dispuestos a leer más libros, recomiendan al ama que todos los tire al la quema, pero mira por donde se le cae uno, llamado: Historia del famoso caballero tirante el Blanco. El cura aprecia que es un libro bueno y merece ser leído. Es salvado de la quema..
Terminan de examinar los libros de Caballería. Quedan los de poesía, y el primero que ven es La Diana, y aprecian que no deben ser quemados, ya que no hacen ni harán daño como los de caballería han hecho, pues, son libros de entendimiento. La sobrina es partidaria de que tambien se quemen por temor a que se haga pastor. Pero el cura opta por no quemarlo, sino retiráselos para que no los tenga a su alcance.
Ahora sigue La Diana llamada segunda de Salmantino, y otro que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo, que responde, según Martín de Riquer, a la obra: La Diana enamorada del valenciano Gaspar Gil Polo, verdadera obra maestra de la literatura pastoril española (p.145). El Salmantino va a la hoguera, y se salva la de Gil Polo.
Los diez libros de la Fortuna del Amor, compuesto por Antonio de Lofrasco, y tras ser examinado el cura lo aparta y lo libra de la quema.El barbero prosigue y dice: estos que siguen son El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de Celos, sobre los que el cura determina entregárselos al ama para que lo eche a la quema. Sin embargo, el Pastor de Fílida el cura determina guardárselo como joya preciosa. El Tesoro de varias poesías que posee el barbero dice el cura se que guarde por sus autor que es amigo suyo, “y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que has escrito”(p.147).
“Este es-siguió el barbero- El Cancionero de López Maldonado (En este cancionero, dice Martín de Riquer, editado en Madrid, 1586, figuran un soneto y unas quintillas de Cervantes en elogio del autor).
“Tambien el autor de este libros-replicó el cura-es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye; y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo es en la églogas, pero nunca lo bueno fu mucho, guárdese con los escogidos” (p. 147)
El siguiente libro es La Galatea de Miguel de Cervantes, dijo el barbero, gran amigo mío desde hace mucho tiempo, y “sé que es más versado en desdichas que en versos. Sus libros tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar a la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entretanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre” (p. 147)
Aquí vienen juntos tres, dice el barbero, son La Auracana, de Alonso de Ercilla; la Austriada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Moserrato de Cristóbal de Virués, poeta valenciano.
“Todos estos tres libros-dijo el cura- son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana está escrito, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España”(p.147)
Cansodo el cura de ver libros, quiere que todos los demás se quemasen; pero el barbero tenía en ese momento uno, que se llamaba Lágrimas de Angélica, que Martín de Riquer anota que fue editado en Granada en 1586 y su autor Luis Barahona de Soto (p.148)
“Loráralas yo- dijo el cura en oyendo el nombre- si tal libro hubiera mandado quemar; porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fabulas de Ovidio”. (p.148)

Los libros que son salvados de esta condena son:
-Amadís de Gaula
- Palmarín de Ingalaterra y Tirante el Blanco
-Las novelas pastoriles La Diana de Jorqge Montemayor, Diana enamorada de de Gaspal Gil Polo, Los diez libros de fortuna de amor de Antonio de Lofrasco y el Pastor de Fílida de Luis Gálvez de Montalvo y el Tesoro de varias poesías de Pedro de Padilla.
Los poemas épicos de La Auracana de Alonso de Ercilla, La Austriada de de Juan Rufo y el Monserrate de Cristóbal de Virués.
Las Lágrimas de Ángélica de Luis Barahona de Soto
Quedan en suspenso, y en poder del barbero, el libro de caballería Don Belianís de Grecia y las novelas pastoriles del propio Cervantes La Galatea
En este capítulo se aprecia-continuá diciendo Martín de Riquer-los gustos literarios y a veces las amistades y enemitades de Miguel de Cervantes
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Es un hermoso capítulo; hermoso por ilustrativo y educativo. D. Quijote llega, después sus aventuras, mal. Sus más allegados, ama, sobrina, cura y barbero piensan que la razón de todo lo ocurrido ha sido el exceso de lectura de libros de caballería que lo han trastornado; es decir, lo han enloquecido. Piensan que lo mejor es ver sus libros, y proceder a la que quema de todos aquellos que contengan encantamientos. Y así lo hacen. No se conforman con el pensamientos, sino que proceden al la acción, que es analizar cuantos libros tenga para proceder quemar los causantes de su locura y guardar los buenos.
En su crítica literaria no son lo objetivos que toda buena crítica requiere. Por el contrario, como seres humanos que son los examinadores.el cura y el barbero, se dejan llevar por el criterio de las por las amistades y enemistades y por el consenso que muestran cura y barbero a la hora de decidir la quemao salvación del libros objeto de examen.






CAPÍTULO V: DONDE SE PROSIGUE LA NARRACIÓN DE LA DESGRACIA DE NUESTRO CABALLERO

CAPÍTULO V: DONDE SE PROSIGUE LA NARRACIÓN DE LA DESGRACIA DE NUESTRO CABALLERO


 
 COMETARIO Y ENSEÑANZA

Nuestro caballero sigue mal, aún no pude levantarse y se le ocurre pensar en algún paso de sus libros. A su memoria le viene el de Valdovinos y del Marqués de Mantua, cuando Carloto lo dejó herido en una montiña. Recordar aquel paso le emocionó y con “muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra y a decir con gran debilitado aliento lo mismo que dicen que decía el herido caballero del bosque:
¡Dónde estás, señora mía
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal

y de esta manera fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dice

¿Oh noble marqués de Mantua,
mi tío y señor carnal”(p.131)
Estando recitando este versos pasó por allí un labrador y vecino suyo, que venía de traer una carga de trigo al molino, se llegó a él y le proguntó por su mal. Don Quijote creyó que era el Marqué de Mantua, su tío, siendo esta la razón por la que su respuesta fue proseguir su romance, donde le daba cuenta de sus desgracia y de los amores del hijo del Emperante con sus espesa, igual que el romance lo canta.
El labrador queda admirado de oír tales disparates: le quita la visera, le limpio el rostro, que lo tenía cubierto de polvo, y cuando ya lo había limpiado lo conoció y le dijo:
Señor Quijana, ¿quien le ha puesto a vuestra merced así? Le hace una exploración para ver si tenía alguna herida, y después lo montó sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Dicho labrador, recogió las armas y las puso en el Rocinante. Lo tomó de las riendas, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo pensando en los disparates que decía. No se podía tener sobre el borrico. “De cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en el cielo” (p. 132). 
Al preguntarle de nuevo por qué mal tenía, dicho labrador le traía a la memoria el moro Albíndarráe, cuando el alcalde de Antequera, Rodrigo de Narváez, le preguntó y le llevó cautivo a la alcaidía. Le vuelve a preguntarle como estaba y que sentía, y le respondió con las misma palabras y razones que el cautivo y bencerraje a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído en la historia en la Diana de Jorge Montemayor. “ El labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conocí que su vecino estaba loco, y dábale priesa en llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con sus larga arenga, Al cabo de lo cual dijo:
-Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballería que se han visto, vean y verán en el mundo” (p.132).
Es entonces cuando el labrador le dice:
-Mire vuestra merced , señor, pecador de mi, yo no soy don Rodrígo de Narváez, ni el marqué de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino, ni vuestra merced es Valdovino, ni Abindarraez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana” (p.132).
Don quijote sigue confundiéndose, desdoblándose y le contesta de forma tajante: “yo sé quien soy, “y sé que puedo ser no solo lo que he dicho sino todos los doce Pares y aun los nueve de la Francia” (pp. 132-133).
Con esta conversación llegaron al lugar en la hora que anochecía; pero el labrador no hizo su entrada hasta que no se hizo más de noche para que no viesen al molido hidalgo tan mal caballero (mal montado porque iba en un asno). Llegada la hora conveniente lo llevó a casa de D. Quijote, en la que estaban el cura y el barbero del lugar, que les estaba diciendo su ama a voces:
-”Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez- que así se llamaba el cura-,de la desgracia de mi señor? Tres día que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga,, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mi! Que me doy a entender, y así ello es la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballería que él tiene y suele leer tan ordinario le han vuelto el juicio... que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la mancha (p.133)
La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más:
-Sepa, señor maese Nicolás – que ese era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de eventuras dos días con sus dos noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y daba acuchilladas con las paredes, y cuando estaba muy cansado que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de la feridas que había recibido en las batallas y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosisma bebida que le había traído el sabio Esquife” (alquife) pp.133.134.
El labrador quedó enterado de la enfermedad de su vecino don Quijote. El labrado, a voces dijo: “abran vuestras mercedes al señor Valdovino y al señor marqués de Mantua, que viene mal ferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera” (p.134).
A esta voces salieron todos y temiendo que se lanzasen a abrazale, dijo D. Quijote: “Tengase todos, que vengo maferido por culpa de mi caballo. Llévenme a li lecho y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganbda, que cure y cate de mis feridas”(p.134)
Lo llevan a la cama y , “cantándole las heridas no le hallan ninguna, y él dijo que todo era molimiento, por haber dado na caía con Rocinante, su caballo, combatiendo con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que se que se pudieran fallar en gran parte de la tierra” (p.135)

Hiciéronle a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informá muy a la larga del labrado de modo que había hallado a don Quijote.. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más de seco en el licenciado de hacer lo que otro día(el día siguiente) hizo, que fue llamar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Quijote” (p.135)

Su locura es hermosa. En este capítulo, dice Martin de Riquer- “adquiere una característica nueva y será pasajera: el protagonista de la novela se imagina ser otra persona. Recordando los romances del marqués de Mantua se figura que él no es don Quijote sino Valdovinos, personaje que se halló en su trance parecido; y poco despúes que es el moro Abidarráez, y que su vecino Pedro Alonso es Rodrígo de Narváez, héroes novelescos. Don Quijote sufre, pues, desdoblamiento de personalidad, sesgo nuevo de su locura que sólo se volverá a dar al principio del capítulo 7, cuando se imaginará ser Reinaldos de Montalbán” (p. 129)