viernes, 11 de septiembre de 2015

CAPITULO X.DE LO QUE MÁS LE VINO A DON QUIJOTE CON EL VIZCAÍNO Y DEL PELIGRO EN QUE SE VIO CON UNA TURBA DE YANGÜESES.

CAPÍTULO X

DE LO QUE MÁS LE VINO A DON QUIJOTE CON EL VIZCAÍNO Y DEL PELIGRO EN QUE SE VIO CON UNA TURBA DE YANGÜESES.

Empieza mencionando a Sancho Panza, que se encontraba mal, pues, había sido maltratado por los mozos de los frailes. Pero aún así” había estado atento a la batalla de su señor don Quijote, y rogaba a Dios, en su corazón” (p. 171) por su victoria “y que en ella ganase alguna ínsula donde le hiciese gobernador, como se lo había prometido” (pp.171-172)

Acabada la pendencia, llegó a tenerle el estribo para que subiera a Rocinante, pero “antes de que subiese se hincó de rodillas delante de él, y asiéndole la mano, se la besó y le dijo:
- sea vuestra merced servido, señor don quijote mío de darme el gobierno de la ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado; que, por grande que sea, yo me siento con fuerza de saberla gobernar tal y también como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo. A lo cual respondió don Quijote:
- Advertid hermano Sancho, que esta aventura y las a éstas semejantes no son venturas de ínsulas, sino encrucijadas, en las cuales no se ganan otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos. Tened paciencia, que aventuras se ofrecerán donde no solamente os pueda hacer gobernador, sino más adelante” (sino más todavía) (p. 172).
Sancho se alegró mucho, de nuevo le besó la mano y la falda de la loriga. Con esa alegría le ayudó a subir sobre Rocinante; y él lo hizo sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, pero era tal la rapidez con la que iba su amo, que Sancho se vio obligado a darle voces para que le guardase, cosa que hizo don Quijote teniendo las riendas de Rocinante hasta que Sanco Panza llegase, al llegar le dijo:
- “Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia; que, según quedó maltrecho aquel con quien os conbatistes, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad y nos prendan ; y a fe que sí lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel que nos ha de sudar el hopo” (p. 173)
La Santa Hermandad de Castilla – dice Martin de Riquer- , era un tribunal constituido para castigar los delitos cometidos en el campo y que disponía de milicias armadas formadas por grupos o cuadrillas ( de donde los agentes se llamaban cuadrilleros) que perseguían a los malhechores. Sudar el hopo, continúa diciendo Martín de Riquer, es sudar hasta los pelos.
Tan pronto como termina Sancho, don Quijote le dice:Calla... Y ¿has visto tú, o leído jamás, que un caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?
-Yo no sé nada de omecillos -respondió Sancho-, ni en mi vida le caté a nunguno; solo sé que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean el el campo, en esotro no me entremeto”(P. 173).Sancho, que no entiende la palabra , lo que quiso decirle a su señor es que él no entendía nada de odio, ni de rencor, y que por lo mismo nunca guardo odio a nadie.
Don Quijote le recomienda que esté tranquilo, que él le sacará de apuros, a la vez que le hace ver que nunca hubo un caballero andante con más brío en acometer, más aliento en perseverar, más destreza en herir, ni más maña en derribar. Sancho Panza que él no ha leído ninguna historia , porque no sabe leer ni escribir, pero está seguro que amo como él no ha servido en todos los días de su vida, y que “lo que le ruego a vuestra merced es que se cure,que le va mucha sangre de esa oreja, que aquí traigo hila y un poco de ungüento blanco (era un medicamento que se hacia con cera, albayalde y aceite rosado) en las alforjas” (p. 174)
Sancho Panza desconoce el bálsamo, pero don Quijote se sabe su receta de memoria con el que no hay que temor a la muerte, pues con él se cada uno más sano que una manzana. Tan bueno es que le recomienda a Sancho se lo aplique tan pronto lo vea malherido. Es tal la alegría a la que llega Sancho que le hace saber a su señor, que si es así renuncia a la prometida ínsula y no quiere otro pago a sus servicios que su merced le de la receta de ese extremado licor. Tan entusiasmado está que le dice a su amo don Quijote:” ¿pues a qué guarda vuestra merced a hacelle y a enseñarmele?
- Calla-respondió don Quijote-; que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hacerte; y, por agora, curémonos, que la oreja me duele más de lo que yo quisiera “ (p. 174).(Es importante, ver como Sancho entre tener y gobernar una ínsula y poseer un medicamento para preservar la salud, opta por el medicamento; es decir por la salud.).Sancho sacó “de las alforjas hijas y ungüentos. Mas cuando don Quijote llegó a ver rota su celada, pensó perder el juicio, y puesta la mano en la espada y alzando los ojos al cielo, dijo:
- Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y a los santos cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos, de hacer la vida que hizo el grande marqués de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Valdovinos, que fue de no comer pan a manteles, ni con su mujer fogar, y otras cosas...
Oyendo esto Sancho le dijo” (p.175), entre otras cosas, que si cumplió el caballero con lo que se le ordenó como fue irse a presentar a Dulcinea del Toboso, no merece otra pena sino cometer nuevo delito.. Don Quijote le aprueba lo dicho diciéndole: “Has hablado y apuntado muy bien” (p. 175). Pero Sancho un tanto enfadado le contesta: “Qué dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mi, pues, son muy en daño para la salud y muy en perjuicio de la conciencia”.(p. 175). Si no dígame ahora si no encontramos en muchos días hombre armado con celada. Por todos estos caminos no andas hombres armados, sino arrieros y carreteros, los cuales ni traen caladas y han odio nombrarlas en todos los día de su vida.
- “Engáñate en eso – dijo don Quijote- porque no habremos estado dos horas por esas encrucijadas cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Abraca, a la conquista de Angélica la Bella” (p. 176). Sea así, y todo suceda bien y tendremos ocasión- dice Sancho- de ganar esa ínsula que tan cara me cuesta, y muérame yo luego.
No tienes que tener cuidado alguno -le contesta don Quijote- , “que cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o del de Saliadisa, que te vendrá como anillo al dedo” (p. 176).Ahora mira si traes algo en esas alforjas, que comamos, porque vamos luego en basuca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho, porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.
- Aquí trayo una cebolla, y un poco de queso, y no sé cuantos mendrugos de pan-dijo Sancho-; pero no son manjares que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced.
-¡Qué mal lo entiendes!-respondió don Quijote-;hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes,y, ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano” (p. 176). Don Quijote le sigue exponiendo razones a Sancho. Le dice. Si hubieras leído tantas historias de caballería como yo, esto lo darías por cierto. Muchas han sido las historias de caballería que he leído -sigue explicando-,, y no he hallado en ninguna en que los caballeros andantes
comiesen, si no era a caso y en algunos suntuosos banquetes que le hacía, y los demás días se lo pasaban en flores” (.p.177), es decir, en sosa de poca sustancia (aclara Martín de Riquer, en nota a pie de página). “Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efecto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que sus más ordinarias comidas serían de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. Así que Sancho amigo, no te acongoje lo que a mí me da gusto...
-Perdóneme vuestra merced-dijo Sancho-; que yo no sé leer ni escribir, como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas de la profesión caballeresca; y de aquí adelante yo proveeré las alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es caballero, y para mi las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas volátiles y de más sustancia” (p.177).
A ello replicó don Quijote, diciendo que no quería decir que los caballeros andante no no comieren otra cosa sino las frutas que indicaba su escudero Sancho, sino que su alimento más ordinario debía ser dicha frutas, así como otras yerbas que se hallaban por los campos que los caballeros y él conocían. Conocimiento que para Sancho es una virtud, y que algún día yo me imagino” será menester usar de ese conocimiento” (p. 177)

Sacando Sancho los alimentos que dijo que traía comieron los dos en buena paz y compaña. Lo hicieron con mucha brevedad, pues, tenían que buscar alojamiento para aquella noche. Para ello se dieron prisa para “ llegar al poblado antes de que anocheciese; pero les faltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de uno cabreros, y así, determinaron de pasarla allí; que cuanto fue de pesadumbre para Sancho no llegar a poblado, fue de contento para su amo dormirla al cielo descubierto, por parecerle que cada vez que esto sucedía era hacer un acto posesivo ( o positivo) que facilitaba la prueba de su caballero (p, 177)














CAPITULO IX. DONDE SE CONLUYE Y DA FIN A LA ESTUPENSA BATALLA QUE EL GALLARDO VIZCAINO Y EL VALIENTE MANCHEGO TUVIERON.

SEGUNDA PARTE DEL INGENIEOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA


CAPITULO IX
DONDE SE CONLUYE Y DA FIN A LA ESTUPENSA BATALLA QUE EL GALLARDO VIZCAINO Y EL VALIENTE MANCHEGO TUVIERON.

Miguel de Cervantes, narrador de esta bella historia de don Quijote y su escudero Sancho Panza deja sin terminar la batalla mantenida entre el vizcaíno y el el valiente don Quijote, el más valiente de todos los caballeros andantes que se han dado en el reino de este mundo de la caballería andante.
Hasta ahora, es decir, a lo largo de la primera parte, “Cervantes -dice Martín de Riquer- ha fingido ser una especie de erudito que recopilaba dato de otros autores y de los archivos de la Mancha para ordenar la historia de don Quijote. En este momento, al empezar el presente capítulo, Cervantes se nos introduce él mismo en las páginas de la novela apesadumbrado por no saber más de don Quijote, pero no tarda en narrarnos el hallazgo, en Toledo, de una obra en árabe llamada “Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”; y de este momento hasta la última página de sus postrera parte el quijote se ofrecerá a sus lectores como la traducción de este fingido texto arábigo, al que de cuando en cuando Cervantes hará ver que se permite intercalar algún comentario y algunas veces se dará a sí mismo el nombre de “traductor”. Se trata con ello de parodiar un aspecto del estilo de los libros de caballería, en los que es muy frecuente que los autores finjan que los traducen de otra lengua o que han hallado el original en condiciones misteriosas” (p. 165)

En esta segunda parte, y a partir del presente capítulo, Cervantes se introduce en la novela y busca como un asiduo lector a la espera de hallar en Toledo alguien que se halle en posesión de la historia y valiéndose de ella pueda irse sabiendo, no sólo el final de esta batalla, sino el resto de la historia de don Quijote.
“Estando yo un día en el Alcalá de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo era aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta natural inclinación, tomé un cartapacio de los que muchos vendía” (p.168). Se percata que al margen hay escrito el nombre de Dulcinea del Toboso, y que aquellos cartapacios contenían la historia del don Quijote, y que en arábigo-castellano decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli”, historiador arábigo. Nombre inventado , pero en auténtico arábigo e irónico.
Todos los cartapacios los compró-continúa diciendo Cervantes- por medio real.
En el primer cartapacio estaba pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaino, puesto en la misma postura que la historia cuenta, levantada la espada, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaino tan al vio, que estaba mostrándose ser de alquiler a tiro de ballesta (p. 169).
Tras comprobar que la historia de don Quijote es la verdadera, se aprecia que la segunda parte, siguiendo la traducción, comenzaba de esta manera:

Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y el continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaino” (p. 170), el cual le descargo con tal fuerza que lo tiró al suelo y lo dejó muy maltrecho. Pero fue tal rabia la que entró en el corazón de don Quijote, que se alzó de nuevo en el estribo y apretó con tal fuerza la espada y la descargó “con tal furia sobre el vizcaíno que comenzó a echar sangre por las narices y por la boca, y por los oídos y de dar muestra de caer de la mula abajo. Don Quijote lo miró con mucho sosiego, lo vio caer, y entonces saltó de su caballo “y con mucha ligereza se llegó a él, y poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se rindiese; si no , le cortaría la cabeza. Estaba el vizcaíno tan turbado, que no podía responder palabra; y se lo pasara mal, según estaba ciego don Quijote, si las señoras del coche, que hasta entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran donde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciese tan gran merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero” . A lo cual don Quijote respondió con mucho entono y gravedad .
- Por cierto, fermosa señora, yo soy muy contento de hacer lo que me pedías; mas ha de ser con una condición y concierto, y es que este caballero me ha de prometer de ir al lugar del Toboso y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga dél lo que más fuere de su voluntad.
Las temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que don quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado.
-Pues en fe de esas palabras, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido” (p. 171)

Don quijote, ese loco-cuerdo, muestra una vez más que es un caballero andante, siempre dispuesto a llevar justicia donde no la hay, a deshacer entuertos, agravios y demás mezquindades de este mundo, que hasta en la victoria se compadece de su víctima. En este caso, que lo podía haber hecho añicos a vizcaino lo deja maltrecho en el suelo, pero llevado por su nobleza de caballero deja a salvo al escudero, que lo confunde con un caballero, y considerando la petición de las señoras las deja marcharse sin mas petición que la ya consignada para su Dulcinea del Toboso..




jueves, 6 de agosto de 2015

CAPÍTULO VIII: DEL BUEN SUCESO QUE EL VALEROSO DON QUIJOTE EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO, CON OTROS SECESOS DIGNOS DE FELICE RECORDACIÓN.

CAPÍTULO VIII
DEL BUEN SUCESO QUE EL VALEROSO DON QUIJOTE EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO, CON OTROS SECESOS DIGNOS DE FELICE RECORDACIÓN.

COMENTARIO Y ENSEÑANZA.

Llevaban muy poco camino andado Sancho Panza y don Quijotes,cuando se encuentran con treinta o cuarenta molinos de viento, gigantes para don Quijote, con los que piensa entrar en batalla y quitarles la vida, y lo quiere hacer por tres razones:
- Primero, por aprovechar sus despojos y enriquecerse, por ser esta buena guerra.
- Segundo,por ser un gran servicio de Dios.
                                        -Tercero, quitar lal mala simiente sobre la faz de la tierra

Pero su escudero, Sancho Panza, le dice que no son gigantes, sino molinos de viento. D. Quijote le aclara que se nota que no está cursado en el asunto de las aventuras. Le, reafirma, pues que son gigantes, y que si tiene miedo que se retire y se ponga en oración en el espacio que él se va a encontrar con ellos en “fiera y desigual batalla.
Dando espuelas a su Rocinante, sin atender las instantes voces que su escudero le daba advirtiéndole que eran molino y no gigantes, entra en batalla,



tras encomendarse a su Dulcinea,



 y sale molido de los golpes que recibe de las aspas de los molinos que estaba en pleno movimiento merced a la furia del viento. Acude su escudero Sancho Panza, a socorrerle, y cuando llegó se encontró que no se podía mover.
En el encuentro, se establece un dialogo entre escudero y señor. Sancho en que la había dicho que no eran gigantes, son molinos de viento. Don Quijote, envuelto en sus delirios y dobleces le contesta que en las cosas de la guerra están sujetas a continuas mudanzas, y que el sabio Frestón que le robó el aposento y los libros ha vuelto los gigantes en molinos para quitarle la glora de su vencimiento. Tras decirle su escudero que Dios lo haga como puede, le ayudó a laventar, tornó a subir sobre Rocinante. Y siguiendo hablando de la pasada aventura, siguieron el camino de Puerto Lápice, con el deseo de hallarse allí con numerosas aventuras, por ser lugar muy pasajero.
Siguen caminando, y don Quijote sigue pensando en aventuras. Recuerda un caballero español llamado Diego Pérez de Vargas, que en le rompieron la espada en una batalla, y despejando de una encina un ramo y tronco, con el que hizo muchas cosas. Dicho recuerdo le sugiere que del primer encinar que encuentre con el tronco y rama que tome hará muchas hazañas.
Siguen con su diálogo. Sancho Panza le sugiere comer. Pero don Quijote le dice que lo haga él. Sancho Panza saca la comida de las alforjas y lo hace caminando detrás de su amo, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tal gusto que pudiera envidiar al más regalado bodeguero de Málaga. Tan a gusto iba, que solo pensaba en “andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen” (p.158).
“Aquella noche la pasaron y de uno de ellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza... Todo aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea...No lo pasó así Sancho Panza, que se tiró toda la noche dormido ”(p.158). Al día sigiente, al la salida del sol se pusieron en marcha. Don quijote no quiso desayunar, le dio por sustentarse de sabrosas memorias. Tomaron camino de Puerto Lápice, y sobre las tres del día llegaron a él. “Aquí, dijo don Quijote; podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta lo codos en esto que llaman aventuras” (p.158) y le advierte, que salvo que los que le ofendan sea canalla y gente baja, no ponga mano a sus espada para defenderle, ya que eso no está permitido por las leyes caballería, cosa que podrá hacer cuando sea armado caballero. Sancho Panza le promete obediencia, y le hace saber que él es un hombre pacífico y enemigo de meterse en ruidos y pendencias. Sin embargo, si tuviera que defenderse de su persona, lo hará sin tener en cuanta todas esa leyes, ya que las leyes” divina y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quiere agravarle” (p. 159). Don Quijote ratifica lo que dice su escudero Sancho Panza, y éste le dice a su amo, que así lo hará.
“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus anteojos de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mula a pie. Venía en el coche … una señora vizcaína, que iba a Sevilla, donde estaba su marido , que pasaba a las indias con muy honroso cargo. No venía los frailes con ella, aunque iban el mesmo camino, mas  apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero:
- “Yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se ha visto” (p. 159), confunde los bultos negro por algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, lo que demanda deshacer dicho tuerto. Sancho Panza le dice que ellos no son” frailes de San Benito, y el coche debe ser de alguna gente pasajera, y que mire bien lo que hace , no sea el diablo que le engañe” (p. 159). Don Quijote le dice que él sabe poco de achaques de aventuras e insite que lo que le dice es verdad y lo verá.
En ese momento se pone en la mitad del camino y entra en batalla, diciendo en alta voz: “gente endiablada y descomunal, dejad luego y al punto las altas princesa que en ese coche lleváis” (p. 159). Arrmete contra el primer frale y lo lanza al suelo, y el segundo fraile se lanza a correr más ligero que el viento. Sancho Panza se lanza al fraile para quitarle los hábitos, despojos. En ese momento llegan a él lo mozos de los frailes, que nada entendían de lo que les comentaba Sancho Panza, y lo tiraron al suelo, le molieron a coces y le dejaron sin sentido. El fraile torno subir a caballo, se fue a recoger al otro, y decidieron seguir su camino “haciéndose más cruces que si lo llevara el diablo a las espaldas” (p. 161)
Don Quijote estaba hablando con la señora del coche de su hermosura, y que se presentaran ante su Dulcinea y le comunicaran cuanto habían visto hacer su libertad. En ese trance un escudero de los que el coche acampaba, viendo ue lo les dejaba pasar, le coge a lanza y le dice y le maltrató de palabra, a lo que don Quijote con mucho sosiego le respondí:
- “Si fueras caballero, como no eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva,criatura” (p. 162)
El vizcaíno se sintió ofendido y en singular batalla le da una cuchallada a Don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodelka, que, a dársela sin sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dió una gran voz diciendo:
-”¡Oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que , por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla¡ “ (P. 163)
Al terminar de decir esto don Quijote, aprieta la espada, se cubre bien con su rodela, arremete con determinación al vizcaino, aventurando todo a un solo golpe. El vizcaíno, al verlo venir contra él, lo espera cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una y a otra parte, que de puro cansada no podía dar un paso.
“La señora del coche y demás criadas suya estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas la imágenes y casas de devoción de España, porque Dios le lebrarse a su escudero y a ellas de aquel tran grande peligro en que se hallaban” (p. 163)
El autor deja pendiente para contar en la segunda parte.


“La estructura es triádica: un diálogo explicita lo que cada uno de los dos personajes ve o entiende por real: el protagonista para a la acción, y un diálogo final cada uno comenta lo acaicido, confirma su actitud o acomoda los hechos a su postura individual. Se producen dos alternancias que serán fundamentales a lo largo de la novela: entre la acción y el pensamiento; y, dialógicamente, entre una y otra concepción personal. La conjunción de ambas contraconcepciones, en las que se introducerán muchos personajes, origina el pluralismo de sentidos”(D. Quijote de la Mancha. Edicción Instituto Cervantes 1605-2005. Barcelona 2004 de Claudio Guillén)

viernes, 17 de julio de 2015

CAPÍTULO VII DE LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

CAPÍTULO VII .

 DE LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA




COMENTARIO Y ENSEÑANZA

Don quijote hace su segunda salida

D. Quijote sigue delirando, continúa desdoblándose, pensando ser quien no es. En este situación sus compadres, el cura y el barbero, dejan el escrutinio de los libros y van a su aposento para charlar con él, y el resto de los libros se cree que van a la hoguera, sin ser visto ni oídos, entre ellos están La Carolea y El León de España, con Los Hechos del Emperador compuesto por don Luis de Ávila.
Cuando llegan a él, se está levantando, y ambos se abrazan a don Quijote y lo vuelve a poner en la cama para que se tranquilice. Don Quijote con funde al cura por el arzobispo Turpín. El señor cura le dice que debe estar malherido. Malherido no- contesta don Quijote-, sino molido y quebrantado por los golpes que le ha dado el bastardo don Roldán por envidia al ver que yo soy el opuesto de sus valentía, pues, si así no fuera no me llamaría Reinaldos de Montalbán. “Confunde, pues, el sueño, en que vuelve a desdoblarse, esta vez como Reinaldo de Montalván, con la vigilia” (p.32 Edición del Instituto Cervantes 1602-2005)
Don Quijote está exaltado, le dan de comer, se queda otra vez dormido y ellos admirados de su locura.
El ama aprovecha esa noche para abrasar y quemar cuantos libros había en el corral, y en toda la casa, y tales debieron arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escudriñador, y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores”
El cura y el barbero ven como solución al mal de su amigo murar y tapiar el aposento de los libros para que cuando se levante no los halle. Piensan, pues, que eliminando la causa ceda el efecto. Y así es, al levantase va a a buscar los libros, y nos lo halla. El ama le dice que se los ha llevado el diablo; la sobrina que un encantador que vino sobre una nube, llamado Muñatón. Frestón dice don Quijote, que sigue delirando ...Sobrina y ama dejan de replicarle más, al ver que se le encendía la cólera.
Después de estar dos días en casa muy sosegado , durante los cuales sostuvo graciosisimos coloquios con el cura y el barbero, en los cuales expresaba su máxima necesidad que era la de caballero andantes y de que él resucitase la caballería andantesca.
En esos día solicitó don Quijote a un labrador,de nombre Sancho Panza, de poca mollera en el que se “aúnan la simpleza y la sagacidad, como en don quijote la locura como la cordura, pero con las inversiones y las sorpresa propias del dual arquetipo folclórico” (p.32 Edición del Instituto Cervantes 1602-2005) , fuera su escudero, prometiendole la gobernación de una ínsula o el virreinato de un reino, el cual dejó a sus mujer y a sus hijos, y al que le encarga que debe llevar unas alforjas y un asno. Después se dedica a buscar dinero, para ello vende unas cosas, empeña otras y malbaratándolas todas.
Acuerdan salir una noche para que no se enteren de su salida nadie. Sancho Panza va “sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido” (p.153). Toma el mismo camino que llevó en su primera salida: por campo de Montiel. Sancho le recuerda a su amo:
- Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido; que yo la sabré gobernar, por grande que sea.
A lo cual le respondió don Quijote:
-Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mi no falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella: porque ellos algunas veces, y quizás las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o, por lo mucho de marqués de algún valle o provincia de poco más o menos; pero si tu vive y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte de rey de unos de ellos. Y no tengan a muchos; que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos, ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo” (p. 153)
Y siguen su dialogo, cada uno según su pensamiento e intereses. Don Quijote ser el caballero más importante, el más universal, el único. Sancho Panza, ser gobernador de una ínsula o virrey y sus hijos infantes y sus esposa, Juan a Gutierrez. reina

jueves, 2 de julio de 2015

CAPÍTULO VI: DEL SONOSO Y GRANDE ESCRUTINIO QUE EL CURA Y EL BARBERO HICIERON EN LA LIBRERÍA DE NUESTRO INGENIESO HIDALGO.



RESUMEN Y COMETARIO DEL CAPÍTULO O EPISODIO

Aún dormía don Quijote. Pidió el cura las llaves, a la sobrina, del aposento donde estaban los libros. Ella se las dio de muy buenas ganas. Entraron todos, y el ama con ellos, y hallaron más de cien volúmenes grandes y muy bien encuadernados, y otros pequeños. El ama le dio las llaves al licenciado y quémelos todos. El señor licenciado mandó al barbero que le fuera dando los libros uno a uno para ver de que trataban, pues, pudiera ser que alguno
que no mereciesen castigo de fuego. El primero a analizar son Los cuatro de Amadís de Gaula, del que el cura dice que fue el primer libro de Caballería que se imprimió en España, del cual han ido surgiendo los demás, razón por lo que debe ser quemado. Pero el barbero piensa que es el mejor de todos los libros de su género, siendo el único en su arte, razón por lo que se le debe perdonar. Acuerdan ambos, cura y barbero, perdonar.
El siguiente es, dijo el barbero, las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula, y como al hijo- dice el cura- no le ha de valer la bondad del padre, se lo da al ama para que lo eche en el montón de la hoquera que se ha de hacer.
Este que viene,dice el barbero, es Amadís de Grecia y todos los que están a su lado son del mismo linaje de Amadís, por lo que el cura manda a todos a quemar, estando muy de acuerdo tanto la sobre como el ama..
¿Qué es ese tonel?-dijo el cura
Este es-respondió el barbero-, Don Olivante de Laura, que es de la Historia del invencible caballero don Olivante, príncipe de Macedonia, de la que según martín de Riquer no se tienen noticias más que de una edición (Barcelona “1564, que, por su formato o tamaño no justifica que el cura le llave “tonel”, tal vez Cervantes se refiera a otra impresión hoy desconocida, o confunde el libvro con un Palmerín de Oliva” (pp.138-139).
El cura dice que es el mismo que compuso el Jardín de flores, libros mentirosos disparatado y arrogante, razón por la que lo envían al corral. El que sigue es Florismarte de Hircania, que termina en la quema por su sequedad y dureza de estilo. El Caballero Platir, que trata, atendiendo a Martín de Riquer, de La Crónica del muy valiente y esforzado caballero Platir, hijo del emperador Primaleón (Valencia, 1521)p.139. Y como el cura no halla cosa que le parezca venia lo manda también a quemar. Abren otro libro, y ven que es El Caballero de la Cruz, y pensando que tras la cruz está el diablo, igualmente lo envía a la quema
El barbero como otro libro, se trata del Espejo de caballerías, y tras los muchos razonamientos que argumentó el barbero lo salvaron de la quema.
Abrieron el Palmerín de Oliva y otro que estaba junto a este que era el Palmerín de Inglaterra , vistos por el Licenciado observa cosas buenas en él, razón por la que decide salvar de la hoguera, junto al de Amadís de Gaula. Pero el barbero le replica que tambien debe de serlo el famoso Don Belianís. Pero el cura llega al convencer al barbeo de que se se lo quiere llevar a su casa, que lo haga pero no deje ser leído, ya que en sus diversas parte era muy colérico.
No estando dispuestos a leer más libros, recomiendan al ama que todos los tire al la quema, pero mira por donde se le cae uno, llamado: Historia del famoso caballero tirante el Blanco. El cura aprecia que es un libro bueno y merece ser leído. Es salvado de la quema..
Terminan de examinar los libros de Caballería. Quedan los de poesía, y el primero que ven es La Diana, y aprecian que no deben ser quemados, ya que no hacen ni harán daño como los de caballería han hecho, pues, son libros de entendimiento. La sobrina es partidaria de que tambien se quemen por temor a que se haga pastor. Pero el cura opta por no quemarlo, sino retiráselos para que no los tenga a su alcance.
Ahora sigue La Diana llamada segunda de Salmantino, y otro que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo, que responde, según Martín de Riquer, a la obra: La Diana enamorada del valenciano Gaspar Gil Polo, verdadera obra maestra de la literatura pastoril española (p.145). El Salmantino va a la hoguera, y se salva la de Gil Polo.
Los diez libros de la Fortuna del Amor, compuesto por Antonio de Lofrasco, y tras ser examinado el cura lo aparta y lo libra de la quema.El barbero prosigue y dice: estos que siguen son El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de Celos, sobre los que el cura determina entregárselos al ama para que lo eche a la quema. Sin embargo, el Pastor de Fílida el cura determina guardárselo como joya preciosa. El Tesoro de varias poesías que posee el barbero dice el cura se que guarde por sus autor que es amigo suyo, “y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que has escrito”(p.147).
“Este es-siguió el barbero- El Cancionero de López Maldonado (En este cancionero, dice Martín de Riquer, editado en Madrid, 1586, figuran un soneto y unas quintillas de Cervantes en elogio del autor).
“Tambien el autor de este libros-replicó el cura-es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye; y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo es en la églogas, pero nunca lo bueno fu mucho, guárdese con los escogidos” (p. 147)
El siguiente libro es La Galatea de Miguel de Cervantes, dijo el barbero, gran amigo mío desde hace mucho tiempo, y “sé que es más versado en desdichas que en versos. Sus libros tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar a la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entretanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre” (p. 147)
Aquí vienen juntos tres, dice el barbero, son La Auracana, de Alonso de Ercilla; la Austriada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Moserrato de Cristóbal de Virués, poeta valenciano.
“Todos estos tres libros-dijo el cura- son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana está escrito, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España”(p.147)
Cansodo el cura de ver libros, quiere que todos los demás se quemasen; pero el barbero tenía en ese momento uno, que se llamaba Lágrimas de Angélica, que Martín de Riquer anota que fue editado en Granada en 1586 y su autor Luis Barahona de Soto (p.148)
“Loráralas yo- dijo el cura en oyendo el nombre- si tal libro hubiera mandado quemar; porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fabulas de Ovidio”. (p.148)

Los libros que son salvados de esta condena son:
-Amadís de Gaula
- Palmarín de Ingalaterra y Tirante el Blanco
-Las novelas pastoriles La Diana de Jorqge Montemayor, Diana enamorada de de Gaspal Gil Polo, Los diez libros de fortuna de amor de Antonio de Lofrasco y el Pastor de Fílida de Luis Gálvez de Montalvo y el Tesoro de varias poesías de Pedro de Padilla.
Los poemas épicos de La Auracana de Alonso de Ercilla, La Austriada de de Juan Rufo y el Monserrate de Cristóbal de Virués.
Las Lágrimas de Ángélica de Luis Barahona de Soto
Quedan en suspenso, y en poder del barbero, el libro de caballería Don Belianís de Grecia y las novelas pastoriles del propio Cervantes La Galatea
En este capítulo se aprecia-continuá diciendo Martín de Riquer-los gustos literarios y a veces las amistades y enemitades de Miguel de Cervantes
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Es un hermoso capítulo; hermoso por ilustrativo y educativo. D. Quijote llega, después sus aventuras, mal. Sus más allegados, ama, sobrina, cura y barbero piensan que la razón de todo lo ocurrido ha sido el exceso de lectura de libros de caballería que lo han trastornado; es decir, lo han enloquecido. Piensan que lo mejor es ver sus libros, y proceder a la que quema de todos aquellos que contengan encantamientos. Y así lo hacen. No se conforman con el pensamientos, sino que proceden al la acción, que es analizar cuantos libros tenga para proceder quemar los causantes de su locura y guardar los buenos.
En su crítica literaria no son lo objetivos que toda buena crítica requiere. Por el contrario, como seres humanos que son los examinadores.el cura y el barbero, se dejan llevar por el criterio de las por las amistades y enemistades y por el consenso que muestran cura y barbero a la hora de decidir la quemao salvación del libros objeto de examen.






CAPÍTULO V: DONDE SE PROSIGUE LA NARRACIÓN DE LA DESGRACIA DE NUESTRO CABALLERO

CAPÍTULO V: DONDE SE PROSIGUE LA NARRACIÓN DE LA DESGRACIA DE NUESTRO CABALLERO


 
 COMETARIO Y ENSEÑANZA

Nuestro caballero sigue mal, aún no pude levantarse y se le ocurre pensar en algún paso de sus libros. A su memoria le viene el de Valdovinos y del Marqués de Mantua, cuando Carloto lo dejó herido en una montiña. Recordar aquel paso le emocionó y con “muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra y a decir con gran debilitado aliento lo mismo que dicen que decía el herido caballero del bosque:
¡Dónde estás, señora mía
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal

y de esta manera fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dice

¿Oh noble marqués de Mantua,
mi tío y señor carnal”(p.131)
Estando recitando este versos pasó por allí un labrador y vecino suyo, que venía de traer una carga de trigo al molino, se llegó a él y le proguntó por su mal. Don Quijote creyó que era el Marqué de Mantua, su tío, siendo esta la razón por la que su respuesta fue proseguir su romance, donde le daba cuenta de sus desgracia y de los amores del hijo del Emperante con sus espesa, igual que el romance lo canta.
El labrador queda admirado de oír tales disparates: le quita la visera, le limpio el rostro, que lo tenía cubierto de polvo, y cuando ya lo había limpiado lo conoció y le dijo:
Señor Quijana, ¿quien le ha puesto a vuestra merced así? Le hace una exploración para ver si tenía alguna herida, y después lo montó sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Dicho labrador, recogió las armas y las puso en el Rocinante. Lo tomó de las riendas, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo pensando en los disparates que decía. No se podía tener sobre el borrico. “De cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en el cielo” (p. 132). 
Al preguntarle de nuevo por qué mal tenía, dicho labrador le traía a la memoria el moro Albíndarráe, cuando el alcalde de Antequera, Rodrigo de Narváez, le preguntó y le llevó cautivo a la alcaidía. Le vuelve a preguntarle como estaba y que sentía, y le respondió con las misma palabras y razones que el cautivo y bencerraje a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído en la historia en la Diana de Jorge Montemayor. “ El labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conocí que su vecino estaba loco, y dábale priesa en llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con sus larga arenga, Al cabo de lo cual dijo:
-Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballería que se han visto, vean y verán en el mundo” (p.132).
Es entonces cuando el labrador le dice:
-Mire vuestra merced , señor, pecador de mi, yo no soy don Rodrígo de Narváez, ni el marqué de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino, ni vuestra merced es Valdovino, ni Abindarraez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana” (p.132).
Don quijote sigue confundiéndose, desdoblándose y le contesta de forma tajante: “yo sé quien soy, “y sé que puedo ser no solo lo que he dicho sino todos los doce Pares y aun los nueve de la Francia” (pp. 132-133).
Con esta conversación llegaron al lugar en la hora que anochecía; pero el labrador no hizo su entrada hasta que no se hizo más de noche para que no viesen al molido hidalgo tan mal caballero (mal montado porque iba en un asno). Llegada la hora conveniente lo llevó a casa de D. Quijote, en la que estaban el cura y el barbero del lugar, que les estaba diciendo su ama a voces:
-”Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez- que así se llamaba el cura-,de la desgracia de mi señor? Tres día que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga,, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mi! Que me doy a entender, y así ello es la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballería que él tiene y suele leer tan ordinario le han vuelto el juicio... que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la mancha (p.133)
La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más:
-Sepa, señor maese Nicolás – que ese era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de eventuras dos días con sus dos noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y daba acuchilladas con las paredes, y cuando estaba muy cansado que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de la feridas que había recibido en las batallas y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosisma bebida que le había traído el sabio Esquife” (alquife) pp.133.134.
El labrador quedó enterado de la enfermedad de su vecino don Quijote. El labrado, a voces dijo: “abran vuestras mercedes al señor Valdovino y al señor marqués de Mantua, que viene mal ferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera” (p.134).
A esta voces salieron todos y temiendo que se lanzasen a abrazale, dijo D. Quijote: “Tengase todos, que vengo maferido por culpa de mi caballo. Llévenme a li lecho y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganbda, que cure y cate de mis feridas”(p.134)
Lo llevan a la cama y , “cantándole las heridas no le hallan ninguna, y él dijo que todo era molimiento, por haber dado na caía con Rocinante, su caballo, combatiendo con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que se que se pudieran fallar en gran parte de la tierra” (p.135)

Hiciéronle a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informá muy a la larga del labrado de modo que había hallado a don Quijote.. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más de seco en el licenciado de hacer lo que otro día(el día siguiente) hizo, que fue llamar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Quijote” (p.135)

Su locura es hermosa. En este capítulo, dice Martin de Riquer- “adquiere una característica nueva y será pasajera: el protagonista de la novela se imagina ser otra persona. Recordando los romances del marqués de Mantua se figura que él no es don Quijote sino Valdovinos, personaje que se halló en su trance parecido; y poco despúes que es el moro Abidarráez, y que su vecino Pedro Alonso es Rodrígo de Narváez, héroes novelescos. Don Quijote sufre, pues, desdoblamiento de personalidad, sesgo nuevo de su locura que sólo se volverá a dar al principio del capítulo 7, cuando se imaginará ser Reinaldos de Montalbán” (p. 129)



jueves, 14 de mayo de 2015

CAPÍTULO IV.DE LO QUE LE SUCEDIÓ A NUESTRO CABALLERO CUANDO SALIÓ DE LA VENTA


Capítulo IV

DE LO QUE LE SUCEDIÓ A NUESTRO CABALLERO CUANDO SALIÓ DE LA VENTA

La del alba sería (la del alba) cuando Don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo. Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped acerca  de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, en especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recibir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería (primera alusión a Sancho que no aparecerá hasta el capítulo 7). Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo. No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo: gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante, donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos: estas voces sin duda son de algún menesteroso o menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda: y volviendo las riendas encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían; y a pocos pasos que entró por el bosque, vió atada una yegua a una encina, y atado en otra un muchacho desnudo de medio cuerpo arriba, de edad de quince años, que era el que las voces daba y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprensión y consejo, porque decía: la lengua queda y los ojos listos. Y el muchacho respondía: no lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato. Y viendo Don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo: descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza, (que también tenía una lanza arrimada a la encina, adonde estaba arrendada la yegua) que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.


El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas, blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió: señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado que cada día me falta una, y porque castigo su descuido o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagarle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente. ¿Miente, delante de mí, ruin villano? dijo Don Quijote. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza: pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto: desatadlo luego. El labrador bajó la cabeza, y sin responder palabra desató a su criado, al cual preguntó Don Quijote que cuánto le debía su amo. El dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta Don Quijote, y halló que montaban sesenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano, que por el paso en que estaba y juramento que había hecho (y aún no había jurado nada), que no eran tantos, porque se le había de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo. Bien está todo eso, replicó Don Quijote; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado, que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagásteis, vos le habéis rompido el de su cuerpo, y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; así que por esta parte no os debe nada. El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.
¿Irme yo con él, dijo el muchacho, más? ¡Mal año! No, señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desollará como a un San Bartolomé. No hará tal, replicó Don Quijote; basta que yo se lo mande para que me tenga respeto, y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recibido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga. Mire vuestra merced, señor, lo que dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico, vecino del Quintanar.
Importa poco eso, respondió Don Quijote, que Haldudos puede haber caballeros, cuanto más que cada uno es hijo de sus obras. Así es verdad, dijo Andrés; pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo? No niego, hermano Andrés, respondió el labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro, por todas las órdenes de caballerías hay en el mundo, de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. Del sahumerio os hago gracia, dijo Don Quijote, dádselos en reales, que con esto me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso Don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.
Y en diciendo esto picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó de ellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando vió que había traspuesto el bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole: Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado. Eso juro yo, dijo Andrés, y como que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y de buen jue, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo. También lo juro yo, dijo el labrador; pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y asiéndolo del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dió tantos azotes, que le dejó por muerto. Llamad, señor Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.
Pero al fin le desató, y le dió licencia que fuese a buscar a su juez para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohino, jurando de ir a buscar al valeroso Don Quijote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con setenas, pero con todo esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo.
Y de esta manera deshizo el agravio el valeroso Don Quijote, el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfacción de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz: Bien te puedes llamar dichosas sobre cuantas hoy viven en la tierra, oh sobre las bellas, bella Dulcinea del Toboso, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad y talante a un tan valiente y tan nombrado caballero, como lo es y será Don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer recibió la orden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad; hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado enemigo que tan sin ocasión valpuleaba a aquel delicado infante. En esto llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y por imitarlos, estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza, y habiendo andado como dos millas, descubrió Don Quijote un gran tropel de gente que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos, que iban a comprar a Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie.
Apenas les divisó Don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura, y por imitar en todo, cuanto a él le parecía posible, los pasos que había leído en su s libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer; y así con gentil continente y denuedo se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y puesto en la mitad del camino estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen (que ya él por tales los tenía y juzgaba); y cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó Don Quijote la voz, y con ademán arrogante dijo: todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.


 Paráronse los mercaderes al son de estas razones, y al ver la extraña figura del que las decía, y por la figura y por ellas luego echaron de ver la locura de su dueño, mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía; y uno de ellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: señor caballero, nosotros no conocemos quién es esa buena señora que decís; mostrádnosla, que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. Si os la mostrara, replicó Don Quijote, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia: que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo. Señor caballero, replicó el mercader, suplico a vuestra merced en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos, que, porque no carguemos nuestras conciencias, confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Extremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo, que por el hilo se sacará el ovillo, y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merce quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte, que aunque su retrato nos muestre que es turerta de un ojo, y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere. No le mana, canalla infame, respondió Don Quijote encendido en cólera, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones, y no es tuerta ni corcobada, sino más derecha que un huso de Guadarrama; pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad, como es la de mi señora. Y en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo, y queriéndose levantar, jamás pudo: tal embarazo le causaba la lanza, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas. Y entre tanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo: non fuyáis, gente cobarde, gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido. Un mozo de mulas de los que allí venían, que no debía de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y llegándose a él, tomó la lanza, y después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos comenzó a dar a nuestro Don Quijote tantos palos, que a despecho y pesar de sus armas le molió como cibera. Dábanle voces sus amos que no le diese tanto, y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado, y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera; y acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que con toda aquella tempestad de palos que sobre él lovía, no cerraba laboca, amenazando al cielo y a la tierra y a los malandrines, que tal le parecían. Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando que contar en todo él del pobre apaleado, el cual, después que se vió solo, tornó a probar si podía levantarse; pero, si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haría molido y casi deshecho? Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo; y no era posible levantarse, según tenía abrumado todo el cuerpo
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Nada más salir de la venta, don Quijote decide ir a su aldea. Pero una cosa es lo que piensa y otra lo que realmente hace. Piensa, reiteramos,  ir a su aldea para prevenirse de todo aquello que un caballero andante  debe llevar. Pero en su camino se encuentra con dos aventuras, al estilo de los libros de caballería desde el siglo XII que  era, siguendo a Martín de Riquer, "la defensa y  protección de la Iglesia, de las viudas, de los huérfanos y de todos los servidores de Dios" Ramón Llull, en su libro de la orden de Caballeria (1276) dirá que esta nació cuando en el mundo "perecieron la caridad, la lealtad, la justicia y la verdad" que el caballero debe imponer. A D.Quijote nada más salir de la venta, "se le ofrece ante su vista la injusticia, el abuso de poder y la desgracia del desvalido" (Martin Riquer).
 La primera, trata de agravio que está cometiendo Juan  Haldudo, labrador rico,  azotando a su mozo Andrés, al que tiene atado en una encina. D. Quijote obtiene- dice Martín Riquer-  un éxito momentáneo y fingido porque, también como un caballero de otros tiempos, cree en la palabra de honor del opresor, el cual,  apenas ha desaparecido nuestro héroe, vuelve a ejercer  su injusticia.
 Don Quijote ha fracasado por primera vez, aunque lo ignora ahora y tardará bastante en enterarse  del daño que produjo  a Andrés su generosa intervención". 
 La segunda aventura, la de los mercaderes toledanos.
En el desagravio del muchacho Andrés y el labrador, D. Quijote sale todo contento por que piensa que lo ha resuelto como todo un caballero andante. Pero realmente no lo resuelve, ya que el citado labrador vuelve a pegarle y aumentar la deuda. En el segundo, empeñado en que lo mercaderes reconozcan los encantos que le dice a los mercaderes que tiene su Dulcinea de Tobosa. No tolera, pues, que dichos mercaderes crean lo contrario. Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. Debido a que uno de los mercaderes ponen en duda lo dicho, arremete contra ellos. Pero Rocinante se cae y uno de los mercaderes arremete contra don quijote hasta dejarlo lastimado sin poder levantarse. No obstante piensa que la culpa de ello la ha tenido el caballo.
    Don Quijote, no asume derrota alguna. Él es todo un caballero andante, en su segunda aventura el que ha fallado ha sido Rocinante, si así no hubiera sido su victoria hubiera sido segura. Lo admirable de D. Quijote es la alternacia de su locura y lucidez.Los argumentos expuestos al labrador para con su pastor son razonables, lúcidos, sensatos. 

Para el Quijote IV Cap. D. Quijote es la prueba de la  fuerza del Gran Ideal, para llevarlo a cabo se tiene que hacer el loco, como el humorista hace para arremeter contra aquello que cuerdo no hace. D. Quijote en sus delirios arremete contra todo y contra todos, contra los molinos porque son el símbolo de los poderosos, con los cuales quiere acabar, contra las ovejas por que con todo arrasar, nada dejan para otros mucho animales que también se alimentan de esas hierbas, contra los patronos por abusadores, contra los mercaderes porque se velen del engaño para hacer sus negocios, En su Papel de cuerdo se situa en la realidad.Enen su locura se engrandece, se enaltece haciendo ver que es el más grande, es la manera que adopta para hacer pequeños a los grandes. En su cordura , el personaje se asienta, asume la realidad