CAPÍTULO V: DONDE SE PROSIGUE LA NARRACIÓN DE LA DESGRACIA DE NUESTRO CABALLERO
COMETARIO Y ENSEÑANZA
Nuestro
caballero sigue mal, aún no pude levantarse y se le ocurre pensar en
algún paso de sus libros. A su memoria le viene el de Valdovinos
y del Marqués de Mantua,
cuando Carloto lo dejó herido en una montiña. Recordar aquel paso
le emocionó y con “muestras de grande sentimiento, se comenzó a
volcar por la tierra y a decir con gran debilitado aliento lo mismo
que dicen que decía el herido caballero del bosque:
¡Dónde
estás, señora mía
que
no te duele mi mal?
O
no lo sabes, señora,
o
eres falsa y desleal
y
de esta manera fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que
dice
¿Oh
noble marqués de Mantua,
mi
tío y señor carnal”(p.131)
Estando
recitando este versos pasó por allí un labrador y vecino suyo, que
venía de traer una carga de trigo al molino, se llegó a él y le
proguntó por su mal. Don Quijote creyó que era el Marqué de
Mantua, su tío, siendo esta la razón por la que su respuesta fue
proseguir su romance, donde le daba cuenta de sus desgracia y de los
amores del hijo del Emperante con sus espesa, igual que el romance
lo canta.
El
labrador queda admirado de oír tales disparates: le quita la visera,
le limpio el rostro, que lo tenía cubierto de polvo, y cuando ya lo
había limpiado lo conoció y le dijo:
Señor
Quijana, ¿quien le ha puesto a vuestra merced así? Le hace una
exploración para ver si tenía alguna herida, y después lo montó
sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Dicho
labrador, recogió las armas y las puso en el Rocinante. Lo tomó de
las riendas, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo
pensando en los disparates que decía. No se podía tener sobre el
borrico. “De cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en
el cielo” (p. 132).
Al preguntarle de nuevo por qué mal tenía, dicho labrador le traía a la memoria el moro Albíndarráe, cuando el alcalde de Antequera, Rodrigo de Narváez, le preguntó y le llevó cautivo a la alcaidía. Le vuelve a preguntarle como estaba y que sentía, y le respondió con las misma palabras y razones que el cautivo y bencerraje a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído en la historia en la Diana de Jorge Montemayor. “ El labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conocí que su vecino estaba loco, y dábale priesa en llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con sus larga arenga, Al cabo de lo cual dijo:
Al preguntarle de nuevo por qué mal tenía, dicho labrador le traía a la memoria el moro Albíndarráe, cuando el alcalde de Antequera, Rodrigo de Narváez, le preguntó y le llevó cautivo a la alcaidía. Le vuelve a preguntarle como estaba y que sentía, y le respondió con las misma palabras y razones que el cautivo y bencerraje a Rodrigo de Narváez, del mismo modo que él había leído en la historia en la Diana de Jorge Montemayor. “ El labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conocí que su vecino estaba loco, y dábale priesa en llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con sus larga arenga, Al cabo de lo cual dijo:
-Sepa
vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa
Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien
yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballería que
se han visto, vean y verán en el mundo” (p.132).
Es
entonces cuando el labrador le dice:
-Mire
vuestra merced , señor, pecador de mi, yo no soy don Rodrígo de
Narváez, ni el marqué de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino, ni
vuestra merced es Valdovino, ni Abindarraez, sino el honrado hidalgo
del señor Quijana” (p.132).
Don
quijote sigue confundiéndose, desdoblándose y le contesta de forma
tajante: “yo sé quien soy, “y sé que puedo ser no solo lo que
he dicho sino todos los doce Pares y aun los nueve de la Francia”
(pp. 132-133).
Con
esta conversación llegaron al lugar en la hora que anochecía; pero
el labrador no hizo su entrada hasta que no se hizo más de noche
para que no viesen al molido hidalgo tan mal caballero (mal montado
porque iba en un asno). Llegada la hora conveniente lo llevó a casa
de D. Quijote, en la que estaban el cura y el barbero del lugar, que
les estaba diciendo su ama a voces:
-”Qué
le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez- que así
se llamaba el cura-,de la desgracia de mi señor? Tres día que no
parecen él, ni el rocín, ni la adarga,, ni la lanza, ni las armas.
¡Desventurada de mi! Que me doy a entender, y así ello es la verdad
como nací para morir, que estos malditos libros de caballería que
él tiene y suele leer tan ordinario le han vuelto el juicio... que
así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en
toda la mancha (p.133)
La
sobrina decía lo mesmo, y aun decía más:
-Sepa,
señor maese Nicolás – que ese era el nombre del barbero-, que
muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos
desalmados libros de eventuras dos días con sus dos noches, al cabo
de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la
espada, y daba acuchilladas con las paredes, y cuando estaba muy
cansado que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el
sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de la feridas
que había recibido en las batallas y bebíase luego un gran jarro de
agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era
una preciosisma bebida que le había traído el sabio Esquife”
(alquife) pp.133.134.
El
labrador quedó enterado de la enfermedad de su vecino don Quijote.
El labrado, a voces dijo: “abran vuestras mercedes al señor
Valdovino y al señor marqués de Mantua, que viene mal ferido, y al
señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de
Narváez, alcaide de Antequera” (p.134).
A
esta voces salieron todos y temiendo que se lanzasen a abrazale, dijo
D. Quijote: “Tengase todos, que vengo maferido por culpa de mi
caballo. Llévenme a li lecho y llámese, si fuere posible, a la
sabia Urganbda, que cure y cate de mis feridas”(p.134)
Lo
llevan a la cama y , “cantándole las heridas no le hallan ninguna,
y él dijo que todo era molimiento, por haber dado na caía con
Rocinante, su caballo, combatiendo con diez jayanes, los más
desaforados y atrevidos que se que se pudieran fallar en gran parte
de la tierra” (p.135)
“Hiciéronle
a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa
que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le
importaba. Hízose así, y el cura se informá muy a la larga del
labrado de modo que había hallado a don Quijote.. Él se lo contó
todo, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho,
que fue poner más de seco en el licenciado de hacer lo que otro
día(el día siguiente) hizo, que fue llamar a su amigo el barbero
maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Quijote” (p.135)
Su
locura es hermosa. En este capítulo, dice Martin de Riquer-
“adquiere una característica nueva y será pasajera: el
protagonista de la novela se imagina ser otra persona. Recordando los
romances del marqués de Mantua se figura que él no es don Quijote
sino Valdovinos, personaje que se halló en su trance parecido; y
poco despúes que es el moro Abidarráez, y que su vecino Pedro
Alonso es Rodrígo de Narváez, héroes novelescos. Don Quijote
sufre, pues, desdoblamiento de personalidad, sesgo nuevo de su locura
que sólo se volverá a dar al principio del capítulo 7, cuando se
imaginará ser Reinaldos de Montalbán” (p. 129)
No hay comentarios:
Publicar un comentario