SEGUNDA
PARTE DEL INGENIEOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
CAPITULO
IX
DONDE
SE CONLUYE Y DA FIN A LA ESTUPENSA BATALLA QUE EL GALLARDO VIZCAINO Y
EL VALIENTE MANCHEGO TUVIERON.
Miguel
de Cervantes, narrador de esta bella historia de don Quijote y su
escudero Sancho Panza deja sin terminar la batalla mantenida entre
el vizcaíno y el el valiente don Quijote, el más valiente de todos
los caballeros andantes que se han dado en el reino de este mundo de
la caballería andante.
Hasta
ahora, es decir, a lo largo de la primera parte, “Cervantes
-dice Martín de Riquer- ha fingido ser una especie de erudito que
recopilaba dato de otros autores y de los archivos de la Mancha para
ordenar la historia de don Quijote. En este momento, al empezar el
presente capítulo, Cervantes se nos introduce él mismo en las
páginas de la novela apesadumbrado por no saber más de don Quijote,
pero no tarda en narrarnos el hallazgo, en Toledo, de una obra en
árabe llamada “Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por
Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”; y de este momento
hasta la última página de sus postrera parte el quijote se ofrecerá
a sus lectores como la traducción de este fingido texto arábigo, al
que de cuando en cuando Cervantes hará ver que se permite intercalar
algún comentario y algunas veces se dará a sí mismo el nombre de
“traductor”. Se trata con ello de parodiar un aspecto del
estilo de los libros de caballería, en los que es muy frecuente que
los autores finjan que los traducen de otra lengua o que han hallado
el original en condiciones misteriosas” (p. 165)
En
esta segunda parte, y a partir del presente capítulo, Cervantes se
introduce en la novela y busca como un asiduo lector a la espera de
hallar en Toledo alguien que se halle en posesión de la historia y
valiéndose de ella pueda irse sabiendo, no sólo el final de esta
batalla, sino el resto de la historia de don Quijote.
“Estando
yo un día en el Alcalá de Toledo, llegó un muchacho a vender unos
cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo era aficionado a
leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta
natural inclinación, tomé un cartapacio de los que muchos vendía”
(p.168). Se percata que al margen hay escrito el nombre de Dulcinea
del Toboso, y que aquellos cartapacios contenían la historia del don
Quijote, y que en arábigo-castellano decía: Historia de don Quijote
de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli”, historiador
arábigo. Nombre inventado , pero en auténtico arábigo e irónico.
Todos
los cartapacios los compró-continúa diciendo Cervantes- por medio
real.
En
el primer cartapacio estaba pintada muy al natural la batalla de
don Quijote con el vizcaino, puesto en la misma postura que la
historia cuenta, levantada la espada, el uno cubierto de su rodela,
el otro de la almohada, y la mula del vizcaino tan al vio, que estaba
mostrándose ser de alquiler a tiro de ballesta (p. 169).
Tras
comprobar que la historia de don Quijote es la verdadera, se aprecia
que la segunda parte, siguiendo la traducción, comenzaba de esta
manera:
“Puestas
y levantadas en alto las cortadoras espadas de los valerosos y
enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al
cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y el continente
que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el
colérico vizcaino” (p. 170), el cual le descargo con tal fuerza
que lo tiró al suelo y lo dejó muy maltrecho. Pero fue tal rabia
la que entró en el corazón de don Quijote, que se alzó de nuevo en
el estribo y apretó con tal fuerza la espada y la descargó “con
tal furia sobre el vizcaíno que comenzó a echar sangre por las
narices y por la boca, y por los oídos y de dar muestra de caer de
la mula abajo. Don Quijote lo miró con mucho sosiego, lo vio caer, y
entonces saltó de su caballo “y con mucha ligereza se llegó a
él, y poniéndole la punta de la espada en los ojos, le dijo que se
rindiese; si no , le cortaría la cabeza. Estaba el vizcaíno tan
turbado, que no podía responder palabra; y se lo pasara mal, según
estaba ciego don Quijote, si las señoras del coche, que hasta
entonces con gran desmayo habían mirado la pendencia, no fueran
donde estaba y le pidieran con mucho encarecimiento les hiciese tan
gran merced y favor de perdonar la vida a aquel su escudero” . A
lo cual don Quijote respondió con mucho entono y gravedad .
-
Por cierto, fermosa señora, yo soy muy contento de hacer lo que me
pedías; mas ha de ser con una condición y concierto, y es que este
caballero me ha de prometer de ir al lugar del Toboso y presentarse
de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga dél
lo que más fuere de su voluntad.
Las
temerosas y desconsoladas señoras, sin entrar en cuenta de lo que
don quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le
prometieron que el escudero haría todo aquello que de su parte le
fuese mandado.
-Pues
en fe de esas palabras, yo no le haré más daño, puesto que me lo
tenía bien merecido” (p. 171)
Don
quijote, ese loco-cuerdo, muestra una vez más que es un caballero
andante, siempre dispuesto a llevar justicia donde no la hay, a
deshacer entuertos, agravios y demás mezquindades de este mundo, que
hasta en la victoria se compadece de su víctima. En este caso, que
lo podía haber hecho añicos a vizcaino lo deja maltrecho en el
suelo, pero llevado por su nobleza de caballero deja a salvo al
escudero, que lo confunde con un caballero, y considerando la
petición de las señoras las deja marcharse sin mas petición que la
ya consignada para su Dulcinea del Toboso..
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